Extraordinario reportaje de investigación de uno de los más prestigiosos reporteros de Estados Unidos, por el que recibió el Premio Pulitzer. Esencial para conocer los cientos de detalles que desembocaron en el atentado del 11 de septiembre. La historia comienza en 1948 y abarca hasta 2001. Y se lee como una novela, aunque esté lleno de datos, fechas, nombres y referencias que jamás entorpecen el ritmo de la prosa de Wright. Pero prefiero poner algunos fragmentos en vez de seguir hablando del mismo:
Los islamistas querían reformar por completo la sociedad, de arriba abajo, imponiendo valores islámicos en todos los ámbitos de la vida, de forma que todos los musulmanes pudieran alcanzar la expresión espiritual más pura. Esto solo se podía lograr mediante una estricta imposición de la sharia, un código jurídico inspirado en el Corán y los dichos (hadices) del profeta Mahoma, que rige todos los aspectos de la vida.
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El radicalismo normalmente prospera cuando existe un desajuste entre unas expectativas crecientes y unas oportunidades en declive. Esto es en particular válido en lugares con una población joven, inactiva y aburrida, donde el arte se empobrece y el entretenimiento (las películas, el teatro, la música) está bajo control o no existe en absoluto, y donde se mantiene apartados a los muchachos de la confortante y socializadora presencia de las mujeres.
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El Corán está lleno de referencias a la yihad; algunas de ellas tienen que ver con la lucha interior para alcanzar la perfección, lo que el Profeta llamó "yihad mayor", pero otras ordenan explícitamente a los creyentes: "Matad a los idólatras dondequiera que los encontréis" y "Luchad contra aquellos que no creen en Dios […] hasta que paguen el impuesto como reconocimiento a vuestra superioridad y su estado de sometimiento". Algunos ulemas explican que esos mandatos solo se aplican cuando son los infieles quienes inician la guerra, cuando los musulmanes son perseguidos o cuando el propio islam está amenazado. Esos pensadores señalan que el Corán también pide a los musulmanes que combatan "por la causa de Dios a aquellos que os combatan, pero no cometáis agresión, pues, ciertamente, Dios no ama a los agresores".
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El Corán declara explícitamente que "no cabe coacción en la religión". Esto, al parecer, prohibiría hacer la guerra a no musulmanes y a musulmanes con creencias diferentes. Sin embargo, Sayyid Qutb abominaba la idea de que la yihad fuera solo una maniobra defensiva para proteger a la comunidad de creyentes.
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Azzam creía que la lucha era contra los no creyentes y que no debía librarse en el seno de la comunidad islámica, por muy dividida que esta pudiera estar. Emitió una fatwa en la que se oponía al adiestramiento de terroristas con el dinero recaudado para la resistencia afgana y predicaba que el asesinato deliberado de civiles, sobre todo de mujeres y niños, iba en contra del islam.
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¿Qué quería Bin Laden? […] En esa época preveía trasladar la lucha a Cachemira, Filipinas y, sobre todo, las repúblicas de Asia Central, donde podía proseguir con la yihad contra la Unión Soviética. Estados Unidos todavía no figuraba en la lista de nadie. La finalidad de la vanguardia que iba a crear era, ante todo, combatir el comunismo.
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¿Por qué estos hombres se volvieron contra Estados Unidos, un país enormemente religioso que hacía poco tiempo había sido su aliado en Afganistán? En gran medida era porque veían a Estados Unidos como el centro del poder cristiano. Antes, la religiosidad de los muyahidines musulmanes y de los dirigentes cristianos del gobierno estadounidense había servido como un vínculo entre ellos. […] Pero el cristianismo, sobre todo la versión evangelizadora estadounidense, y el islam eran, sin duda, religiones rivales.
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La idea principal de su análisis fue que la nación islámica estaba en la miseria por culpa de unos dirigentes ilegítimos. Entonces los yihadíes se preguntaron quién era el responsable de aquella situación y señalaron a lo que llamaron la alianza judeocristiana que había surgido tras el Acuerdo Sykes-Picot de 1916, por el que Gran Bretaña y Francia se repartieron los territorios árabes, y la Declaración Balfour del año siguiente, que reclamaba una patria judía en Palestina. Poco después caía el Imperio otomano y, con él, el califato islámico. Todo ello era considerado una campaña continuada de la alianza judeocristiana para asfixiar el islam por medio de instrumentos como las Naciones Unidas, los gobernantes árabes sumisos, las empresas multinacionales, los canales de televisión vía satélite y los organismos de ayuda internacionales.
[DeBolsillo. Traducción de Yolanda Fontal Rueda y Carlos Sardiña Galache]