Participar en democracia no es solo votar, requiere de una resistencia ciudadana que ejerza una constante vigilancia crítica sobre los que administran el destino de nuestro país. Democracia no es olvidarse después de votar, es mantenerse al borde de la actualidad y reclamar alto y claro cuando las cosas no están funcionando.
Pero la democracia, sin ser un sistema perfecto, adolece de lo de siempre: de buenos políticos. Hay un puñado de ellos en unas pocas alianzas, pero no nos derrotemos, lo peor que podemos hacer es dejarnos conquistar por la desafección, abandonando nuestro deber y responsabilidad de asumir una postura participativa y exigente con el gobierno que sale de las urnas.
Hemos estado a la altura de una ciudadanía responsable y cívica, y aunque esa no es garantía de un buen gobierno, sí es un alivio democrático: respetar las normas y aceptar los resultados sin aspavientos son buenos síntomas, aunque el resultado venga de elegir entre los menos malos. Ojalá, dentro de cinco años, la oferta mejore tanto que podamos escoger al mejor de los buenos.
A pesar de todo, ¡bravo, Panamá!, hemos ejercido nuestra parte de la responsabilidad con nuestro país, ahora toca que el nuevo gobierno se instale y se comprometa con una transformación real de nuestras instituciones, comenzando con el desmontaje del sistema clientelar, que será la verdadera seña de identidad de un verdadero cambio. Cualquier cosa menos que esa será evidencia de que las cosas seguirán exactamente igual cinco años más.
Artículo publicado en el diario La Prensa, martes 7 de mayo de 2024