El Detective Salvaje, de Jonathan Lethem

 

Por si acaso no resulta evidente, en esta historia aparece un detective. Pero no soy yo. Medio me adjudiqué el papel al subir al avión, pero no. Perdón. Eso sí, en la historia hay una persona desaparecida, que podría ser yo. O tú o prácticamente cualquiera. Como me dijo él una vez: ¿quién no ha desaparecido? Era dado a esos comentarios de oráculo deprimido. Sorprendentemente, acabaron por gustarme.  

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En este nuevo mundo me había apoderado de Heist. Una criatura indómita de los espacios intermedios, un resistente desterrado de todos los campos, que tendía a eludir confrontaciones innecesarias, de una amabilidad infinita con los débiles, pero capaz de matar si lo acorralaban. Sería su compañera, Heist sería mi compañero. Ahora lo entendía, comprendía su necesidad de distancia, su noble neutralidad… le demostraría que las compartíamos y, por tanto, podía afiliarse a mí.

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Lo único más arisco que los silencios de Heist eran sus frases breves como ladrillos. Estas me dejaron dolida, como si el ladrillo me hubiera golpeado en la mandíbula. Pero ¿cómo iba a discutirle su derecho a refugiarse en su distancia, en ese horizonte incrustado en su mirada? Era lo que me había mostrado desde el principio, el reparo psíquico de un hombre sin opciones. Yo solo quería seguir a su lado.



[Random House. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]  


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