Poética del empleo, de Noémi Lefebvre

 

 

He aquí un libro tan raro como fascinante. Difícil de etiquetar y de encajar en géneros. El narrador o la narradora (la traductora Cristina Pineda comenta en el epílogo que ha intentado huir del género, para que no sepamos muy bien si quien habla es hombre o mujer: tal y como está en el original) vive en Lyon, que entonces está tomada por la policía y envuelta en una atmósfera de miedo e inseguridad. Tras un atentado reciente (el de 2015), los antidisturbios patrullan las calles, pero también hay manifestaciones contra los despidos y la precariedad laboral. Quien narra la historia intenta buscar un empleo, lee a Karl Kraus y a Victor Klemperer para ampliar sus conocimientos sobre el nazismo y el fascismo y detectar sus lenguajes, se obstina por encontrar algún rastro de poesía en las calles y charla a menudo con un padre rígido que, como no tardaremos en descubrir, sólo está en su cabeza (es una versión molesta de Pepito Grillo, y también un reflejo del padre autoritario de Kafka).

Combinando flujos de conciencia, diálogos breves próximos a la poesía, largas parrafadas que pueden recordarnos a Thomas Bernhard en algún pasaje y reflexiones políticas y filosóficas, Noémi Lefebvre ha escrito uno de los libros más agudos de la temporada y un reflejo magnífico de estos tiempos. ¿Es posible la poesía, el tono poético, en un mundo donde se desarrollan despidos, malas condiciones laborales, atentados y terrores?, parece preguntarse. Unos extractos:

Había viento del norte y los aviones pasaban dando vueltas, las tiendas estaban abiertas al amor de todas las cosas, los militares de a cuatro y la policía de a tres se dedicaban a patrullar las calles.

No hay mucha poesía en este momento, le dije a mi padre.  

Se lo dije como una impresión o quizás una opinión, y no como una idea, o sea nada que pretendiera imponerle, era para que mi padre apreciara conmigo algo curioso en este nuevo ambiente, hay que decir que yo estaba bajo la influencia de los libros y el imperio de la droga, había estado fumando mientras leía a Klemperer y había leído a Kraus comiendo plátanos y releído a Klemperer volviendo a fumar bastante, su diario entero y, sobre todo,
LTI: La lengua del Tercer Reich, en Klemperer me había detenido largo rato en un solo momento de todo el Tercer Reich, resumido, en verdad, desde el principio por una sola frase que he leído y releído para captar su amplitud: Existe una ofuscación que actúa sobre casi todo.

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Desde hace años todo lo que se me pasa por la cabeza se discute en este tribunal al que llamo casa muerta, en el que está instalado mi padre. Hay gente que habla con Dios, otros, con su perro, mi padre es mi perro mi dios, la instancia que me muerde el culo y me endereza el alma, quien me protege contra todo tipo de errancias y me impide vivir.

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-¿Estás leyendo a Karl Kraus?
-He empezado. ¿Conoces a Karl Kraus?
-Claro que lo conozco, lo he leído mil veces, pero ahí no está el problema
-¿Qué problema, Papá?

Sacó un teleobjetivo y acribilló a fotos el vuelo negro de unos patos que pasaban por el agua.

-¿Crees que Karl Kraus te va a ayudar a encontrar un trabajo?

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Era como un laberinto. Avanzaba sin deambular. Tenía una cierta sensación de esperanza. La esperanza me obligaba a conservar el movimiento hacia adelante. Este movimiento no era más que una mezcla de arrojo y miedo. Iba temblando con sudor frío. Transpiraba sin parar y me sentía como una rata enjaulada. Tenía miedo del arrojo y de lo que implicaba. Iba avanzando como hay que avanzar cuando se busca un trabajo.

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A través de Kraus y Klemperer puedes entender qué es el fascismo en sentido general, no solamente italiano, y en qué se convierte cuando los mil años del Reich han sido enterrados bajo millones de cadáveres.    



[La Navaja Suiza. Traducción de Cristina Pineda]

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