Picasso con los exiliados, de Mercedes Guillén

 

Baltasar Lobo, escultor y dibujante, es una de las figuras más emblemáticas de mi tierra. Lo que yo no sabía o no recordaba es que estuvo casado con la catalana Mercedes (Comaposada) Guillén, amiga de Picasso y autora de una biografía sobre él de la que Picasso con los exiliados forma parte, y que ahora se reedita en Muñeca Infinita de manera independiente.

Mercedes refleja de forma eficaz aquellos años de frío y hambre y penurias en París y nos ofrece una imagen más benévola del pintor, siempre en pos del auxilio a los españoles, siempre dispuesto a dar a sus compatriotas lo que pudiese: un asado, algunas de sus obras, su influencia en las gestiones para que consiguieran documentos o empleos…

Es un libro cortito que deja un buen regusto (a pesar de las penalidades: durante esos años huyeron de la guerra civil española pero padecieron los estragos de la Segunda Guerra Mundial en París) gracias al tono literario de la autora y a todas las figuras que desfilan por sus páginas, entre ellas Paul Éluard, Robert Desnos, Gertrude Stein, Michel Leiris y Dora Maar. Dos fragmentos:

Recuerdo que, al poco tiempo de llegar, le pregunté ingenuamente por qué dejaba vender sus obras a precios tan altos.
-¿No sería más simpático que estuvieran al alcance de todos los que pudieran apreciarlas?
-¿No comprendes que por lo único que la mayoría de la gente las guarda es porque cuestan mucho, porque son muy caras? Si no lo fueran, las tirarían a la basura y no quedaría nada. La única manera de que se conserven es esa. Así, pasados los años quedará algo que acaso le interesa a alguien. Pero a los amigos, si les gustan, se las regalo. Tú lo sabes.
Se refiere a las veces que ha dado dibujos, grabados, pinturas suyas a los amigos que de verdad los aprecian, a personalidades influyentes para conseguir el favor apremiante que necesita el amigo y, en los años de la Ocupación, a los artistas y amigos para que, vendiéndolos, solucionaran una situación difícil. Otras veces es al coleccionista o al marchand engañado a quien le han vendido un falso picasso, y Picasso lo rompe y le da uno verdadero. Le he oído decir:
-¿Te gusta esto?, llévatelo.

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Picasso dijo: “Hasta mañana”, y le vimos atravesar la calle, atravesar el puente con paso firme. Caminaba solo por el Pont-Neuf. Parecía que Notre-Dame le miraba. Es una imagen de Picasso en la guerra que nunca he podido olvidar. Hubiese querido correr para alcanzarle, pero aquel ambiente paralizaba todo movimiento. París se había transformado en una superficie rasa por la que caminaba un hombre solo fuera del tiempo, en aquel tiempo, sin que su paso variara. A lo lejos se adivinaba un letargo de sirenas. Los puentes del Sena, paralelos como en espera de la orden de ataque. Farolas desvencijadas, patios ennegrecidos, casas cerradas sin puertas, un perro que cojea, quizá una hoja que se mueve… No había luz, ni sueño ni carbón. Era como un alto impuesto a la vida en un ambiente cada vez más denso; era la hora del héroe: del más fuerte. Mientras se oían los disparos de los fusilamientos, sonaban a lo lejos los primeros cantos serenos, heroicos.



[Muñeca Infinita]

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