Gregorio Francisco: «Una crisis siempre ofrece oportunidades»


Gregorio Francisco (Cáceres, 1979), arqueólogo y escritor, ha colaborado en excavaciones internacionales en el Monte Revincu (Córcega), Alesia (Francia) o en la necrópolis tebana de Luxor (Egipto). En su provincia natal, investiga los orígenes históricos de la producción de vino a través de los lagares rupestres y es autor de numerosos artículos sobre diversos hallazgos arqueológicos. Fruto de su pasión por la Historia, El clavero don Alonso (2018) es su primera novela, aunque también ha participado en la antología de fantasía urbana Ars Mítica, Metamorfosis de mármol y asfalto (2020).





P.- Gregorio, ¿de qué trata El clavero don Alonso?

R.- Pues es una novela histórica basada en la biografía de Alonso de Monroy, un noble cacereño que perteneció durante toda su vida a la Orden Militar de Alcántara, de la que fue primero clavero y, posteriormente, maestre (espero se perdone el spoiler, al tratarse de un personaje histórico). Más que las hazañas bélicas y el trasiego político de la época, me interesaba retratar la evolución del personaje. De cómo el perfecto caballero medieval, valiente, caballeroso y audaz, fue degradándose moral e incluso físicamente por las pruebas y golpes que le dio la vida.


P.- Trata sobre una historia de injusticias, a Alonso le acusan de un delito que no cometió, ¿en qué otros ejemplos de la literatura te has inspirado?

R.- Precisamente esa acusación, que me sirve de desencadenante del conflicto narrativo, fue un hecho histórico y se narra en la novela con muy pocas variaciones a como nos lo cuentan las fuentes antiguas, especialmente el cronista personal del clavero, el licenciado Alonso de Maldonado. Pero sí, no sería sincero si no reconociera que en El clavero don Alonso hay mucho de El conde Belisario (las similitudes en el título dan ya algunas pistas), del poeta y novelista inglés Robert Graves (en España se le conoce más por ser el autor de Yo, Claudio): el narrador (un siervo del protagonista), el propio protagonista (un militar brillante, injustamente tratado por su monarca), una época histórica de grandes cambios y transformaciones, la importancia que el protagonista da a sus principios morales en una sociedad que ya no comparte esos valores... En fin, no sigo porque, quizás, los parecidos sean demasiados. Bromas aparte, Graves es uno de mis autores favoritos, desde que era niño. Tanto, que todavía me sé muchos pasajes de sus novelas de memoria. 


P.- ¿Has mantenido ciertas estructuras sintácticas, gramaticales o léxicas del español del siglo XV? 

R.- No, en absoluto; sería inviable. Si lees documentos de la época, te das cuenta de lo engorroso que llega a ser el castellano del siglo XV que, en ocasiones, cuesta mucho entender. No digamos ya si, además, has tenido que transcribirlos y has sufrido la caligrafía (nunca he sido muy bueno en paleografía). Como mucho, he trabajado el estilo para darle un aire arcaizante: el uso del «vos»; expresiones, insultos incluso, de la época; referencias religiosas, cosas así. Ni siquiera cuando se copian fragmentos de documentos originales de la época, puesto que tuve mucho cuidado de adaptarlos al español actual. Quizás la excepción sea el léxico militar, como adarga (escudo pequeño), espingarda (especie de escopeta), mortero (cañón primitivo)..., pero es que esas armas se llaman así.


Adaptación teatral de Calvero don Alonso, escrita por Gregorio Francisco.
Representada en la plaza Mayor de Garrovillas (Cáceres), mayo 2019. 


P.- ¿Por qué has querido escribir una historia ambientada en el siglo XV en Extremadura?

R.- Bueno, yo soy extremeño, e historiador, digamos que tenía muchas papeletas. Además, la mayor parte de los escenarios, además de ser los sitios donde ocurrieron esos hechos, tienen mucha relación conmigo y los conozco bien. Yo descubrí la historia de Alonso de Monroy cuando trabajaba en la ciudad de Coria, donde estuve destinado ocho años como arqueólogo territorial, y la verdad es que aluciné con ella. Me sorprendía que jamás hubiese oído hablar de él, más aún habiendo estudiado la carrera de Historia en Extremadura. Tuvo una biografía alucinante. Daría para muchas novelas, películas, series..., lo que quieras echarle.


P.- Cuéntanos, ¿cómo ha sido el proceso de documentación?, ¿a qué fuentes has acudido para desarrollar la historia?

R.- Muy largo. El proceso de documentación me llevó más de seis años y ahora, que estoy escribiendo la segunda parte, aún continúo leyendo nuevos artículos. He acudido a todo tipo de fuentes: publicadas online (hay muchísimos artículos en pdf sobre el periodo), que son las más accesibles, impresas, bibliotecas, archivos... Aunque también ha habido libros que, por mucho que los he buscado, no he sido capaz de dar con ellos. Las principales fuentes son las antiguas. Ya he mencionado al cronista personal del clavero, Alonso de Maldonado. Pero también Torres y Tapia, que escribió una crónica de la Orden de Alcántara en el s. XVII o la colección diplomática medieval de la Orden, que fue recopilada por la Universidad Complutense en el año 2003. Luego están los artículos u obras de historiadores contemporáneos, que ayudan mucho a comprender e interpretar las fuentes antiguas. La documentación para El clavero don Alonso fue tan exhaustiva que, mientras escribía el libro, participé incluso en un Congreso sobre Ordenes Militares.


P.- El casco antiguo de Cáceres, el castillo de Trevejo o el de Trujillo son algunas construcciones históricas que nos encontraremos en la novela. ¿Crees que el lector va a disfrutar de estos enclaves si ya los conoce de antemano?



R.- Sin duda. Me lo han dicho muchos lectores. Como te comentaba, todos los escenarios de la novela son muy familiares para mí. Santibáñez el Alto (o San Juan de Máscoras, como se llamaba en la Edad Media) es el pueblo de donde procede toda mi familia. Nací, estudié y ahora mismo trabajo en Cáceres. Me crié en Trujillo. Pero, además, he tratado de que en las descripciones de esos sitios se note mi formación como arqueólogo. Quiero decir, no se describen como son hoy día, sino como fueron en la época, tanto a gran escala, ciudades, caminos o sistemas defensivos, como a pequeña escala. Por ejemplo, algunos de los escudos que se describen son reales, están expuestos en los museos. Igual que mancalas (son una especie de tableros de juegos), lagares, tumbas, esculturas...


P.- ¿Cambiaste alguna parte importante de la novela en algún momento o sabías cómo iba a transcurrir?



R.- Importante no. He procurado ser lo más fiel posible a los hechos históricos, tal como los describe el cronista Alonso de Maldonado. Pero sí he tenido que cambiar muchas cosas. Algunas porque no cuadraban con las fechas históricas. Por ejemplo, Maldonado nos cuenta que una reunión tuvo lugar en cierto momento y, sin embargo, sabemos que no fue así, que esa reunión se celebró mucho antes. Algunas veces las propias fuentes son confusas o contradictorias y uno tiene que apañarse como puede. Otras veces, la verdad, los cambios eran necesarios porque las crónicas no te lo cuentan todo, y hay detalles que tienes que rellenar de tu propia cosecha, o sea, inventártelos. Y, por último, sí que hay algunas trampillas para intentar dar más emoción o dramatismo al relato. Algunas de las leyendas que se cuentan son inventadas, aunque me basé en otros mitos parecidos. Toda la historia del narrador, Rui, es ficticia. En ocasiones, me he encontrado con un lector que me decía entusiasmado, «¡Vaya, no tenía ni idea de que eso hubiese ocurrido en mi pueblo!», y me ha costado un apuro tremendo explicarle: «Es que no ocurrió, me lo inventé». Pero, como te digo, son todos aspectos secundarios. Además, al final de la novela se incluye una nota histórica para aclarar estos detalles.


P.- Eres arqueólogo de profesión, ¿cómo conjugas la arqueología con la escritura?



R.- Pues muy mal, soy muy poco disciplinado. Hacerme con un hábito de escritura y conseguir un ritmo más continuado son dos tareas pendientes (y urgentes). Estoy metido en demasiadas cosas. Además del trabajo (que es de lo que uno come, al fin y al cabo), estoy llevando a cabo otras investigaciones, a título personal, sobre los orígenes históricos de la producción de vino en la provincia de Cáceres y, luego, también, suele caer algún articulillo cada año. En fin... Este año me he establecido un propósito firme: terminar la segunda novela cueste lo que cueste, que es la continuación de El clavero. ¡Y ya tengo en mente una tercera, ambientada en el Antiguo Egipto!


P.- ¿Cómo te está afectando el confinamiento como escritor?



R.- El trabajo de escritor es muy solitario. En eso llevamos ventaja al resto de la sociedad. Estamos acostumbrados a pasar días enteros delante del ordenador. Sin embargo, la que está cayendo es tan gorda, que resulta difícil aislarte y centrarte en la historia que estás escribiendo. El teléfono móvil que no para, la angustia, la incertidumbre... La verdad es que no es fácil crear el clima adecuado. Al menos, tengo la suerte de vivir en el campo y puedo despejarme cuando estoy saturado. Tomar el sol, cuidar el huerto, leer debajo de una encina..., eso ayuda mucho.


P.- ¿Has aprovechado para leer más libros o para escribir más?



R.- Sí. En estos días estoy escribiendo más. Algo bueno hay que sacar de todo esto, o al menos hay que intentarlo. Aparte de la desgracia y del debacle, que son abrumadores, una crisis siempre ofrece oportunidades. Hay que saber aprovecharlas. Leer, leo todos los días, por la noche, antes de acostarme o ya en la cama. Quizás en estos días lo hago un poco más, ahora que va empezando a hacer mejor tiempo, aprovechando el jardín, como te comentaba antes.


P.- ¿Cómo crees que va a afectar la pandemia al sector del libro o qué te gustaría cambiar del sector cuando todo esto pase?

R.- Más que la pandemia serán sus efectos económicos. Aún es pronto para vaticinar nada, pero parece evidente que vienen años de vacas flacas. Y ante la escasez de dinero, por desgracia en este país, los libros no han sido nunca un gasto prioritario para la mayoría de la población. Pequeñas editoriales, librerías..., ya estamos viendo cómo los autónomos y las pequeñas empresas son los que están acusando los primeros, y más graves, efectos. Quizás haya también un descenso de autores noveles o autopublicados, porque habrá que optimizar mejor los recursos (tiempo, dinero...), y escribir una novela cuesta muchísimo, son muchos años de trabajo. En fin, el tiempo lo dirá. Tampoco es cuestión ahora de ser agoreros. A mí, por supuesto, me gustaría cambiar muchas cosas: que la gente hubiera adquirido un mayor hábito de lectura durante el confinamiento, más dinamismo en el sector, que se apueste más por autores noveles... Comenzar en este mundillo es muy arduo.



P.- ¿Podrías recomendarnos alguna novela histórica de un autor español apta para el confinamiento?

R.- Pues la última que he leído es El rey pequeño, de Antonio Pérez Henares, ambientada en la Edad Media, durante la reconquista. Maneja muy bien el tono arcaizante del que te hablaba antes y las descripciones son brutales, desde un paisaje a una escena de sexo. No dejan indiferentes.




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