Para terminar el año, una alcaldesa, con revocatoria de mandato a la que nadie hizo caso, tumba el monumento que recordaba la participación china en la construcción del Canal y la amistad entre ambos países, una tragedia que desde hace por lo menos ocho meses rondaba las redes. Basta hacer una simple búsqueda. No hubo manifestaciones, nadie se encadenó al monumento y apenas hubo comentarios en la noticia, de los cuales destaco uno, preciso en su diagnóstico: «Espero que no (lo tumben), sería estúpido. Pero últimamente pasan muchas estupideces aquí».
Este hecho tumba las máscaras de todos. Mientras no sea una acción que dé taquilla, no interesa. Ahora todos se indignan y se echan las manos a la cabeza, desde los responsables del mantenimiento del monumento hasta periodistas y políticos, pasando por el presidente y su ministra de cultura, pero hace ocho meses, por lo menos, no interesaba más que como una noticia sobre la que opinar: ahora todos somos deudos de la tragedia. Es verdad: «últimamente pasan muchas estupideces aquí».
La palabra del año en esta columna es, de nuevo, «pendejidad», la habilidad de hacerse el pendejo cuando conviene, sobre todo ante situaciones reiteradas y conocidas por todos desde hace tiempo. A la cabeza van políticos y periodistas de todo color y pelaje. Para el año que viene, insistiremos con «pedagogía», que consiste en diagnóstico, pronóstico y solución, aunque nadie escuche. Ante el “show”, que el 2026 nos halle más críticos que nunca, y que por fin renunciemos a las máscaras hipócritas que la realidad tumba con tanto acierto.
¡Feliz año!
Artículo publicado en el diario La Prensa, el martes 30 de diciembre de 2025, a un día de empezar el año más duro de nuestra historia reciente en Panamá.

