En redes, sobran políticos sorprendidos, abogados sorprendidos, poetas patrioteros sorprendidos, nacionalistas sorprendidos, y hasta periodistas sorprendidos, que dicen que este país es previsible, y lo es, pero por la complicidad crónica de la que formamos parte, y que se demuestra en el «periodismo» pueril que practican los que quieren azuzar a la gente sin dar nombres de lo que dicen denunciar, asumiendo su responsabilidad en el silencio internacional de nuestra causa. Hacerse el pendejo nos hace cómplices de la corrupción sistémica o de una profunda ignorancia de lo que somos.
Panamá ha muerto, «entre todos la matamos y ella sola se murió», y no aceptamos que somos parte del problema: que un gobierno con un 34% no representa nada; que sentarse a esperar que pase la era Trump o Mulino es cobardía; que invocar a un dictador muerto como fuente de frases soberanistas o profeta de nuestra circunstancia, manifiesta que tenemos lo que nos merecemos. Somos tan cómplices, que seguimos aguantando a expresidentes y exmagistrados hablando por televisión, o a expolíticos criticando la situación actual, pero cuando estuvieron en el poder, seguro, vieron cosas y miraron para otra parte.
Hablan paja de revocatoria de mandato, y ningún político se atreve a presentarla. Tienen miedo a no dar la talla. Prefieren seguir crónicos y cómplices, no complicándose la vida, agitando banderas en manifestaciones de lunes a viernes. Así es mi país, y por eso tiene lo que se merece: es lo que tiene hacerse el pendejo.
Artículo publicado en el diario La Prensa, 15 de abril de 2025. Léelo en el periódico pinchando aquí.