Perla, de Siân Hughes

 

Éste es un libro sobre la pérdida y las heridas que deja. Cuando la narradora de la novela era una niña de 8 años, su madre abrió la puerta de casa y se marchó sin decir nada: sin dejar una nota, sin dar avisos ni señales de vida, incluso sin equipaje. Nunca más se supo de ella: si estaba viva o muerta, si quiso huir de la familia o si pensaba suicidarse o si salió a hacer un recado y le ocurrió algún accidente. Esa incertidumbre ha marcado la vida de la protagonista, que analiza el poema “Pearl” (que le gustaba a su madre) e incluso le pone ese nombre a su hija. La pérdida la sume en una especie de vacío que no consigue llenar, en una búsqueda de respuestas al enigma. Y así relata su vida, bajo el peso de esa desaparición. La escritora, que fue primero poeta, nos conmueve con esta historia sobre añoranzas, maternidad y problemas mentales que fue nominada al Booker Price. 2 extractos:

No creo en la resurrección de la carne. No especialmente. Pero si fuese verdad que los muertos apartan la hierba para salir de las tumbas y, deslumbrados por la luz del sol, se sacuden la tierra del pelo, la escena no sería muy diferente de la que se puede contemplar en el cementerio de Tilston el fin de semana de las Vigilias. Solo que un poco más concurrida. A finales de agosto nos convertimos en renacidos. Sentados en mantas variadas junto a las tumbas de nuestros familiares, pasándonos bocadillos y porciones de tarta, encarnamos la resurrección de nuestros ancestros arrastrando su mala dentadura, sus delicados tobillos.
Me pregunto si los muertos resucitan a la misma edad en que murieron. De ser así, mi madre estaría de suerte. No tanto mi tío abuelo, que sufría artritis.

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Nadie más quiere venir. Ni mi padre, ni mi hermano. Nunca nos acompañan. Cuando les digo: “Todo el mundo va a las Vigilias”, mi padre se queda mirándome con tristeza. Lleva diciéndome que mi madre no va a volver desde que tenía ocho años. Ahora ni siquiera hacen falta las palabras: sé lo que significa esa mirada. Pero si mi madre volviese, ¿dónde, si no, vendría a buscarnos? ¿Cómo me reconocería si no estuviese sentada junto a esta lápida, si mi aspecto no fuese más o menos el que ella tenía hace treinta años? ¿Cómo, si no, la reconocería yo?




[Sajalín Editores. Traducción de Ana Crespo]

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