Palabras efímeras, de Paul Léautaud

 

Gustan todas las mujeres que tienen un rostro parecido al de la mujer amada. Son antipáticas todas las mujeres que tienen el rostro de la mujer con la que se han sufrido chascos.

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Se ama menos cuando uno se siente amado, igual que se ama más cuando uno descubre que le aman menos de lo que se imaginaba.

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Fácilmente podríamos enamorarnos de todas las mujeres que se parecen a la mujer que amamos.

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Nada como la lectura de los malos escritores para aprender a escribir bien.

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Hace ya tiempo que tengo esta opinión, desde la juventud, y no sé si la he anotado en alguna ocasión: un escritor no debe tener diccionario. Cualquier búsqueda de una palabra, incluso en caso de que sea necesaria, es un atentado contra lo natural. Debe escribirse con las palabras que uno conoce, que uno tiene en la cabeza, que acuden de manera natural.

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Desconfíen de un escritor que ha hecho su carrera sin pedirle nada a nadie y que, con más de cincuenta años, aún no ha sido condecorado. Seguramente no es más que una mente perversa, y peligrosa.



[Ediciones Versal. Traducción de Joan Riambau Möller]


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