Te hablaré de la lluvia, porque aquí, en esta latitud, todo se desangra cuando hay tormenta. Y tú, tan desértico, no podrías comprender ese lenguaje salvaje. Te hablaré del aroma que emana la selva, del rocío perdido entre las hojas. Del cielo que se rompe en mil pedazos y de esta casa que tiembla por el rugido de algún dios. A ti, que estás lejos en esa tierra que ignora a los ríos, que se conforma con la escasa humedad de la madrugada. Te hablaré de la lluvia tan perra y cercana, tan dolorosa cuando el hambre es cruel y la comida del refrigerador no me sirve de nada.
Natacha G. Mendoza
Pintura de Mishel Alekyan