La autobiografía de Elsie Dunn, nombre real de la autora, empieza cuando a los 20 años se fuga con un hombre casado de 40. Como el mundo está en guerra, acaban en Brasil. Lo que parecía una aventura romántica se convierte en un infierno: son muy pobres, no pueden adquirir la nacionalidad brasileña ni obtener pasaporte, no pueden salir hasta que termine el conflicto, y, entre la miseria, el hambre y la concepción de un hijo y el estado de enferma que padece ella después de alumbrar, no falta la presencia continua de hormigas, cucarachas, murciélagos, serpientes y otros bichos que les hacen la vida intolerable. Unos fragmentos:
El amor verdadero es la abnegación del yo, y resulta inapropiado en la relación entre ambos sexos. Los sacrificios que se hacen por un niño muy pequeño no imponen sobre esa criatura la carga de compromiso que un adulto debe sentir en circunstancias similares. En mi propia familia he visto demasiado bien lo que implica el autosacrificio. Las personas que afirman vivir solo para los demás evaden la responsabilidad de su propia cobardía y confieren a su gratificación personal una forma más sutil mediante un truco que les concede superioridad moral. No me perturba la idea de tener un hijo.
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Pero además odio mi cuerpo, al que no puedo controlar, lo odio porque no es capaz de rebelarse por entero. Hay un momento en el que dolor lo es todo, en el que el dolor se apodera de mí de manera tan absoluta que ya no poseo el saber de la consciencia, y pienso sobre todo en que me dejen sola, pienso en la paz, en una especie de quietud extinta. No quiero saber nada nunca más. Ya sé demasiado, y llevo la carga de entender un mundo que es mío solamente. No puedo arrastrar a este horror a las personas a las que quiero y que ya están escasas de felicidad. Pero me pregunto cómo es posible seguir llevando para siempre conmigo una experiencia no compartida, la más profunda que me he encontrado nunca.
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Aquí no hay médicos, ni medicinas, pero lo peor de todo es que no hay dinero con el que comprar la liberación de la necesidad de hacer cosas para las que se está físicamente incapacitado. No hay dinero para comprar descanso, el derecho a estar enfermo y a ponerse bien de nuevo. Los currals están todavía a medio acabar. Queda tierra por desbrozar. Y leña que cortar.
[Muñeca Infinita. Traducción de Esther Cruz Santaella]