Tardan en llegar a esta ciudad
la lluvia de la tarde
y esos cristales rotos
que dibuja la escarcha
en las mañanas de invierno.
Me gusta estar en casa,
con los míos.
Antes, era distinto,
cuando andaba sobrado
de tiempo y de ignorancia,
pero ahora,
cuido cada segundo
con el mimo del hombre
que acaricia a su perro.
Leo, escucho jazz, hago ejercicio.
Compro el pan en la esquina
lo cual me aleja de ser un ermitaño.
Es por eso que me sobran
las ascuas aún encendidas del verano,
y que aguardo paciente
a ese sol que es otro,
al anémico y ausente,
detrás de las cortinas.
Antonio Javier Fuentes Soria