Muy pocos de los aventureros que abordan el siglo XX logran atravesar el posmodernismo y pasar al otro lado. Lo más habitual es que admitan su fracaso y se retiren al campamento base. Esta es la concepción del mundo que había a finales del siglo XIX, justo al lado de la frontera: un territorio seguro y amigable. Nos sentimos cómodos con los grandes descubrimientos que hubo hasta entonces. Las innovaciones como la electricidad o la democracia nos parecen comprensibles y las asimilamos sin problemas. Pero ¿es ese realmente el mejor lugar en el que podemos estar? El siglo XXI no va a tener ningún sentido si lo miramos con ojos del XIX.
El territorio del siglo XX incluye zonas oscuras, bosques espesos y profundos. Los senderos establecidos suelen evitar estas zonas; las visitan brevemente y se escapan en cuanto pueden, como si temieran quedarse enredados ahí. Son zonas como la relatividad, el cubismo, la batalla del Somme, la mecánica cuántica, el ello, el existencialismo, Stalin, la psicodelia, la teoría matemática del caos y el cambio climático. Tienen fama de parecer difíciles al principio e ir volviéndose cada vez más confusas a medida que uno las estudia. Cuando aparecieron por primera vez, eran tan radicales que para poder entenderlas hacía falta cambiar sustancialmente la imagen que uno tenía del mundo. En el pasado parecían aterradoras, pero ya no es así. Somos ciudadanos del siglo XXI. Hemos dejado atrás el ayer. Estamos a punto de encontrarnos con el mañana. Podemos atravesar los oscuros bosques del siglo XX sin nada que temer.
[Taurus. Traducción de Mariano Peyrou]
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John Higgs’s 20th-century exploration of alternative history challenges our understanding of modernity.