La cubierta de una novela califica el género literario que vas a leer. No nos gustan las etiquetas, pero estas se vuelven necesarias para saber qué nos vamos a encontrar en una historia. Así es. Y es que el universo de las cubiertas (o portadas, ya me he rendido a lo inevitable del vocablo) es tan amplio como especies de hormigas hay en la Tierra. El género histórico se caracteriza por cubiertas donde aparecerá algún elemento arquitectónico en su portada, quizá con un personaje vestido de la época de la novela, como es en el caso de Luis Zueco o Santiago Posteguillo. La novela negra destaca por cubiertas oscuras, misteriosas, con siluetas de personas que no reflejan su cara. ¿Y qué ocurre con la novela romántica?
Desde hace un tiempo, me he aficionado a un género que, en todos los años de mi carrera lectora, lo tenía bastante apartado, y esa es la novela romántica. A medida que me iba metiendo más en ella, intuía que había ciertos prejuicios hacia un género que trata sobre algo que todo el mundo, en mayor o en menor medida, ha sentido: el amor. Aunque quizá sus cubiertas estereotipadas (como ocurre en otros géneros, ojo) han dificultado que un sector insensible con las novelas románticas no haya leído una historia de amor en su vida. No lo sé.
He querido escribir esta entrada a raíz del comentario de un amigo que me hizo reflexionar sobre ello. Me estaba leyendo una trilogía de la gran Julie Garwood, escritora estadounidense superventas, que ha conseguido que once de sus novelas estén en la listas del New York Times. La trilogía estaba ambientada en las Tierras Altas de Escocia (las Highlands), y me encantó descubrir un contexto histórico y social como es el de los clanes escoceses, cuando Juan I reinaba en Inglaterra. El caso es que las portadas de los dos primeros libros de la trilogía son estos (ambas las puse en Instagram):
El comentario de mi amigo estribaba en que estas cubiertas pueden resultar repetitivas, donde se deja a un lado la cosificación de la mujer (tan manida en la historia) para cosificar al hombre (menos manida en la historia), donde la sexualidad se intuye de un solo vistazo (he de decir que Garwood trata la sexualidad de un modo muy suave y delicado). Y, claramente, alude a un público femenino. Y ahí es cuando algo hizo clic. Ya no pasa nada por decirlo. Ya no. Lo que antes era un estigma: "Esas novelas son para mujeres", ahora no. No supone un estigma, pero la pátina prejuiciosa todavía es gruesa. No pasa nada por que haya novelas para mujeres. No pasa nada mientras no las miremos por encima del hombro, y eso ya cuestión de cada uno.
De cualquier manera, ese comentario me dio que pensar. Yo no elegí esa novela por su cubierta, yo la elegí por la escritora, porque tenía buenas críticas, porque sabía que me iba a gustar y Garwood es un referente en novela romántica histórica (que, por cierto, falleció el 8 de junio de este año 2023). Y así ha sido. Lo he gozado. No os dejéis influenciar tanto por una cubierta sin saber el contexto.
De todas formas, ya sabéis que las ilustraciones de la novela romántica han pasado por distintas épocas. Seguro que las que todo el mundo tiene en mente son las de los años ochenta, esas que repetían hombres con el torso descubierto, musculosos y con mucho pelo, y mujeres enseñando escote, pantorrilla y con escorzos difíciles de imitar.
Estas tres cubiertas son un prototipo de lo que estoy hablando. Fijaos en la última cubierta, la de la novela de Johanna Lindsey. En ella, aparece un buen muchacho rubio con melena. Bien, ese es Fabio Lanzoni, un famoso modelo de portadas italiano que alcanzó gran popularidad en las novelas románticas, sobre todo de las de Lindsey, en los años ochenta, cuando emigró a los Estados Unidos. También trabajó en el mundo del cine, por si queréis investigarlo un poco y os suena su cara. Más adelante, en 1992, también se convirtió en escritor de novelas románticas.
Esta moda fue imperante en los años ochenta, pero las cubiertas de la novela romántica han seguido evolucionando. Sin embargo, en Estados Unidos todavía tenemos ese tipo de cubiertas de mujeres medio desnudas y hombres con brazos musculosos como neumáticos.
Mirad lo que ocurre con estas ediciones de Tessa Dare. Es la misma novela, pero la edición estadounidense (Avon Books USA, 2012) todavía sigue los patrones de décadas pasadas; en cambio, la edición española (Suma Editorial, 2013), se ha adaptado a una moda española donde se puede descubrir un poco más de qué trata el libro. No es un romance tan manifiesto, hay más trama.
Por otro lado, hoy en día también tenemos otros ejemplos, pero no salen tanto hombres descamisados, sino trajeados, con poder adquisitivo y con mucho glamour. Las suelo ver más en las novelas autopublicadas, y me parecen clones. ¿Qué os parecen?
¿No os suenan? Seguro que sí, están por todas partes. No obstante, hay otra tendencia, que a mí personalmente me gusta mucho más, y es mostrar cubiertas luminosas y frescas, donde se busca lo sensual sin ser tan explícito, cubiertas que no incomodan al lector, porque lo importante es dar con el concepto pero sin decir claramente de qué trata, dejando que la imaginación haga su papel, como en Siete días de locura. Y para eso se piensa en todo: en el color, en la ilustración, hasta en la tipografía.
Al final, lo que tiene que hacer una portada es transmitirle al lector de qué va el libro con pocos elementos: trama, personajes, época; y así poder diferenciar, dentro del género de romántica, qué subgénero es. Que el lector entienda por qué se ha elegido esa y no otra, que podría llevar a confusión, y esto la editorial o el profesional que se dedica a ello lo debe tener muy claro.
Lo dicho, la portada sigue modas de una época, y a veces te atraparán para que las leas sin más preguntas, y otras la elegirás por otros motivos. Porque si nos ponemos a analizar muchas cubiertas de sellos editoriales que son pesos pesados en el sector del libro en español, no leeríamos ninguna de ellas. Las dejaría a un lado. Y no porque sean novelas para mujeres o para hombres, sino porque no me gusten sus diseños de cubierta, porque parezcan simples y aburridas. Pero ¿qué más da?, igualmente facturan millones al año.
Así que no os dejéis amilanar por una cubierta de torso desnudo y mujer provocativa, porque puede que con esa novela sintáis mucho más que con otra más formal. ¡Ni os imagináis la de historias bellas que esconde este tipo de cubiertas con tantos detractores!
Dicen que una cubierta es la carta de presentación de un libro, pero habrá ocasiones en las que te lances a ese libro porque ya conoces al autor o quieres leer esa determinada temática, independientemente de su portada. El universo de las cubiertas es tan amplio como el gusto de los lectores. Lo importante es leer y saber por qué se ha elegido una novela. Y a ti, amigo de comentarios que me hacen pensar, te animo a que sigas siendo igual de mordaz y sincero, porque ya es la segunda vez que publico una entrada por una de nuestras muchas conversaciones. Algún día encontraremos la cubierta perfecta, aunque para ello tengamos que viajar a tierras de reinos con cordeles dorados.