- Nuria Viuda: Sí. Totalmente, porque soy una observadora del exterior sin poder evitarlo, y como ves necesité escribir sobre ello. Las crónicas nacieron así, aunque conscientemente no pensé en los flâneurs.
- De alguna manera, el libro es un mosaico y retrato psicológico de nuestra ciudad, León, al igual que la película que estamos proyectando, Un hombre que duerme, lo es de París. ¿Qué es lo que has pretendido hacer? ¿Un retrato humano, geográfico, sentimental?
- Un retrato casi fotográfico de lo que se ve en las calles, del pulso de la vida en la ciudad, campo o costa. Como has leído en las crónicas, hay diversidad de espacios. Espacios siempre reales a los que yo me trasladaba en tiempo real y continuaba escribiendo. En realidad es un diario de la vida cotidiana y lo que la contiene.
- A mí, al leerlo, me ha parecido que lo que básicamente has querido es captar el espíritu de la ciudad en abstracto, no de la nuestra en concreto, sino de todas las ciudades del mundo, con una vocación universal, nada localista. De hecho, los verdaderos protagonistas del libro son la ciudad y sus gentes, y sobre todo la climatología, cómo el tiempo y las estaciones influyen sobre la psicología de los ciudadanos y el paisaje urbano
- Sí. Lo que ocurre en una ciudad es extrapolable a todas las ciudades. Aunque su paisaje y cultura sean diferentes en lo fundamental, en los ires y venires de sus gentes y en sus grandezas y miserias, siempre es lo mismo. Italo Calvino recreó una fantasía maravillosa en Las ciudades invisibles. Un libro bellísimo que me ha marcado mucho, aunque no tiene nada que ver.
- En ese sentido, y esta es una de las peculiaridades que lo caracteriza y hace muy especial, es un libro muy sensitivo, lleno de colores, olores, texturas, sonidos y visiones, que componen un maravilloso mosaico urbano. Un libro, diría yo, para los cinco sentidos. ¿Estás de acuerdo?
- Sí, esa sinestesia flota en el libro al compás del cambio de las estaciones, de los frutos y flores que nos regalan y el tiempo atmosférico. También constituye un elemento lírico y es una característica de muchos diarios comenzar con un apunte sobre el tiempo atmosférico del día. Yo escribí muchos diarios en mi adolescencia, digamos que junto con el epistolar es un género que me ha marcado.
- He tenido también la sensación al leerlo de que no te ha importado demasiado el dato específico, ni personal, ni geográfico, ni monumental, ni cronológico, ni histórico, ni político, sino captar, como una especie de receptor o cámara oculta, el alma de la ciudad, de cualquier ciudad, y los cambios que va experimentando con el paso de las estaciones.
- Sí, pero si te fijas siempre existe una crítica muy solapada en algunos de los textos. A la sociedad de la indiferencia y del consumo, etc. Hablo mucho de mendigos porque he visto demasiados tirados en nuestras calles.
- Desde mi punto de vista, tu libro es prosa poética pura, uno de los géneros literarios más complicados, en cuanto que el autor debe manejar a la perfección, para que funcione, tanto la poesía como la prosa. El propio título, Crónica de los días que pasan, es ya de por sí muy poético, con un tono melancólico y crepuscular. ¿Te has sentido más poeta o prosista al escribirlo?
- La verdad es que yo quise y quiero ser prosista, pero no puedo evitar el tono poético porque me parece que le confiere más belleza al texto. No concibo una novela sin cierto lirismo. Se queda sin alma y para mí la literatura ha de contener alma, de lo contrario los textos son fríos y periodísticos, y entonces estamos hablando de redactar bien, no de literatura.
- Y luego está el asunto de en qué género literario encuadrarlo, porque a mí me parece un híbrido de todos, a caballo entre la poesía y la prosa, como decíamos, pero también el diario, la crónica, el ensayo, etc. Y ahí reside parte de su encanto. Tú lo llamas diario, y lo es, básicamente por su estructura, mediante entradas fechadas en el calendario, pero en cualquier caso es un diario atípico, porque en él no se habla apenas de ti, de tu vida y circunstancias, ni de casi nadie en concreto, no hay tampoco nombres propios ni lugares específicos de la ciudad, ni siquiera, apenas, datos históricos o políticos que lo contextualicen en el tiempo, cosas todas que suelen caracterizar a los diarios. ¿Cómo lo definirías tú?
- Es cierto, aunque sí existe algún texto que lo contextualiza, como cuando hablo de la feria del libro o de las elecciones, o de la semana santa, o de la muerte de algún personaje público. Para mí es crónica lírica, si es que puede catalogarse en algo. Aunque huyo de etiquetas. Para qué clasificar los textos. Yo te he leído a ti y también has escrito reflexiones poetizadas. Prosas líricas. Mi vida aparece encubierta y solapada en algunos fragmentos. Algunas circunstancias de mi vida las he disfrazado, pero están.
- ¿Qué autores te han influenciado más a la hora de escribirlo? Me hablaste en su día de Julio Ramón Ribeiro y sus Prosas apátridas, y del Spleen de París, de Charles Baudelaire, que sin duda están de un modo u otro presentes en tus crónicas. Aunque yo encuentro también paralelismos con Las ensoñaciones del paseante solitario de Rosseau, por ejemplo, un libro pionero en su género, con El hombre de la multitud, de Allan Poe, con El Paseante, de Robert Walser, con los ensayos de Walter Benjamin, etc. ¿Hasta qué punto la obra de un escritor, opinas, es fruto de lo que lee?
- Cuando eres lector te influye todo el bagaje que la mente acumula sin darte cuenta. Yo he intentado recrear la realidad que me rodea. Lo que cuento en las crónicas es verídico, está sacado del natural, pero poetizado. Me ha influido Pessoa con el Libro del desasosiego, Cernuda con Occnos o Juan Ramón Jiménez con Platero. También a los 11 años leí el diario de Ana Frank y fue para mí una revelación y una conmoción. Por eso el formato de diario me es tan atrayente. Yo empecé a escribir diarios en la adolescencia como tanta gente. Supongo que Ana Frank me animó a ello inconscientemente.
- Otra de las corrientes, tanto pictórica como literaria, que de algún modo me parece que está presente en tus crónicas es el impresionismo. De hecho, yo calificaría así su estilo, de técnica impresionista, porque me parece que lo que consigues es capturar el instante y plasmar la impresión, es decir, crear sensaciones y conformar tu propio paisaje emocional. De tus crónicas emanan olores, luces, sabores, colores, con pinceladas sueltas, como las perciben tus ojos con un golpe de vista. Conrad, Joyce y Henry James, escritores impresionistas, utilizaron una técnica semejante. ¿Qué opinas al respecto?
- Captar el instante como una fotografía, sí. Yo me quedo con momentos puntuales, con pinceladas cuando salgo al exterior, como un fotógrafo, sólo que transcribiéndolo después, cuando lo rememoro y me siento a escribirlo, no es instantáneo y pasa por una criba interior que supongo que lo idealiza. La realidad es más objetiva. El impresionismo sublima lo que el ojo ve, lo poetiza, los pintores impresionistas crean una atmósfera que no es real. La cubren de un velo que embellece el paisaje.
- Otra de las influencias que para mí es clara en tu libro es la de Guy Debord y los Situacionistas, y sus teorías sobre el paisaje urbano, la deriva y la psicogeografía, que a su vez influyeron mucho en el Mayo del 68 francés y en la arquitectura posterior. Según iba leyéndolo, pensé que lo habrías tenido en cuenta, y sin embargo cuando te lo pregunté me dijiste que no fue así. Es curioso, porque tu libro responde a su estética y filosofía: cómo influye la ciudad en la psicología de sus habitantes. ¿Qué opinas ahora?
- Es cierto. Uno escribe sin pensar de antemano hacerlo así o asá, ya que la voz interior de cada uno está ya interiorizada. Yo he sido una gran caminante y cuando paseas piensas y observas y después plasmas lo visionado. El ambiente y el clima influyen sin duda en el estado de ánimo y la psique. El paisaje es determinante en las patologías del individuo. Sólo tenemos que fijarnos en las ciudades industriales y con climas adversos donde las tasas de depresión y suicidio son alarmantes, o en los países nórdicos donde la luz es un factor muy peligroso para entrar en melancolía. Lo reflejan muy bien las pinturas de Louise Bourjeois: esas cabezas en forma de edificios que colonalizan al hombre y sólo muestran las piernas.
- A este respecto, te recomendé hace unas semanas ver la película que estamos proyectando, Un hombre que duerme (1974), de Bernard Quyssane, basada en una novela de Georges Perec. ¿Qué te ha parecido? ¿Encuentras, como yo, paralelismos con tus crónicas?
- Me ha parecido una obra impactante y muy crítica. Existencialismo puro. Desencanto del vivir. Un personaje que se distancia y vaga atrapado por la ciudad. Me viene a la cabeza La náusea de Sartre, y una película que me impacta mucho, El nadador, sobre un relato de John Cheever. Seguro que estás de acuerdo.
- ¿Qué hay de crítica social en tu libro? ¿Has pretendido con él denunciar o reivindicar algo?
-Mucha. Sí. Todo el libro es una crítica a la sociedad adocenada en la que estamos inmersos. A la falta de educación y de piedad. Al despilfarro, a lo que me chirría.
-Otra de las cuestiones que siempre es complicada en un libro de estas características, construido mediante fragmentos, es cómo estructurarlo. Tú lo has hecho mediante los meses del año, siguiendo un orden cronológico y haciendo una descripción poética de su clima y sus días, y has salido muy bien parada. ¿Lo escribiste por ese orden, mes tras mes y día tras día? ¿O esa estructura la decidiste luego, una vez terminado el libro?
-La estructura ha sido muy sencilla porque es un diario.
-También me ha resultado curioso, dado el orden cronológico que el libro sigue, estructurado según los meses del año, que después de agosto pases a marzo, y vuelvas luego a septiembre. ¿Por qué?
- Quise hacer un apartado con los meses de transición hacia la primavera y el otoño, donde el clima va poco a poco cambiando. Son meses de tránsito, de ahí su título. En el norte las estaciones podemos sentirlas muy definidas y apreciar casi a diario el descenso hacia el frío o el aumento hacia la claridad.
- Cierras el libro con un capítulo que no corresponde, como los demás, a ningún mes del año en concreto, Del tiempo fuera del tiempo, y dos apartados, Palabras-Luz, dedicado al mar, y Palabras-Hielo, dedicado al frío, que rompen deliberadamente la estructura cronológica de la obra. ¿Qué significado tienen?
- Son textos que tenía recopilados con una temática concreta y son un homenaje al mar y al frío. Me pareció buena idea y los incluí al final como homenaje a lo efímero y lo vital de la vida. A la decadencia y la plenitud.
.- Y respecto al proceso y modo de escribirlo, ¿cómo ha sido? Porque, según se va leyendo, parecen apuntes de campo, tomados directamente del natural, sobre la marcha según paseas. ¿Escribes en la misma calle, tomas notas, o ya en casa cuando procesas lo que has visto y oído?
- Escribo en casa después de procesarlo y rememorarlo. A diario. De otro modo sería inventar mentiras.
- Desde que empezaste a publicar los primeros fragmentos de este libro en tu muro de facebook, hasta que ha sido publicado, ha pasado mucho tiempo, tres años al menos, que yo recuerde. ¿Ha sido un libro en construcción, es decir, lo has escrito sobre la marcha, publicando en facebook cada entrada según la escribías, o ya lo tenías terminado desde un principio y fuiste poco a poco publicándolo?