Cierto es que me atracaron en París mientras esperaba el metro
en la Gare de Montmartre, que siempre escribí con arte, pero al revés.
Con la tinta de un corsario, que vela en la noche, pensando en ti.
En esta hora, y habiéndose olvidado Cupido de mí,
quisiera convertir estas páginas en un escenario
de enamorados locos y locos enamorados,
de una ilusión, de un sueño, de una sonrisa, de un esperpento.
De este momento de lucidez de un loco y la locura de un cuerdo.
Bienvenidos, pues, a este viaje que arropa al silencio.
Mi nombre es Gordon Haskel, farruco como mi abuelo,
de un pueblo de la Campiña Sur, extremeño.
Mi edad sigue siendo un misterio que no he logrado descifrar.
Mi infancia, mi paraíso particular.
Nómada, mercenario de los besos
y las emociones cosidas a los poros de la piel.
A la tristeza le pongo trabas, y a los malos tragos
canciones.