Vicente Muñoz logra con ‘La poesía es un arma que carga el diablo’ su libro más político, una crítica sin metáforas de la sociedad distópica que nos ha tocado vivir.
Joaquín Revuelta /La Nueva Crónica /22/03/2023
Todavía reciente la publicación de ‘Regresiones’ (Editorial LcLibros 2022), una edición corregida y ampliada de su emblemático libro de 2015 publicado por Lupercalia, que además de ser una novela autobiográfica es también una crónica del León subterráneo y alternativo de los años ochenta que vivió una verdadera eclosión cultural, Vicente Muñoz regresa al terreno poético con ‘La poesía es un arma que carga el diablo’ (Editorial LcLibros 2023), que cuenta en el prólogo y en el epílogo con las firmas de Nacho Escuín y Gsús Bonilla, está dedicado al poeta recientemente fallecido David González y reúne la producción poética de Muñoz desde la pandemia hasta hoy. Sobre la alternancia de géneros literarios que encontramos a menudo en sus frecuentes incursiones en el mundo editorial y la distinta repercusión que sus libros pueden llegar a tener en el público, el poeta, escritor, editor y gestor cultural es consciente del carácter minoritario que siempre ha tenido la poesía, «aunque esa minoría que lee poesía es bastante más fiel que la del resto de los géneros», asegura Muñoz, que se considera en general un autor poco comercial, «escriba lo que escriba», al que nunca le han preocupado demasiado las ventas. «Como autor de poesía, tengo mi puñado de lectores y la verdad es que me he sentido siempre por encima de todo poeta. Mis textos en prosa son a veces muy poéticos. En ocasiones no sé muy bien qué formato elegir a la hora de expresarme, porque me manejo más o menos fluidamente en todos y depende del mensaje que quieras transmitir utilizas uno u otro formato. A mí me gusta mucho la hibridación de géneros. De hecho no es la primera vez que combino en el mismo libro, como por ejemplo en ‘Días de ruta’, poesía y prosa. Hay gente que me dice que mi prosa es muy poética, que mi poesía es muy narrativa, y yo creo que esto es porque soy un escritor todo terreno que me manejo más o menos bien en cualquier género y según el mensaje que quiera transmitir opto por uno u otro formato».
Como creador reconoce que le gusta simultanear todos estos registros. «No suelo estar nunca centrado en un solo libro. Yo soy un escritor autobiográfico, y entonces mi literatura se va formando a medida que voy viviendo, por decirlo de alguna manera. En un periodo de dos o tres años estuve escribiendo dos o tres libros a la vez. Uno normalmente es en poesía, otro en formato narrativo y un tercero en formato de ensayo. Entonces voy acumulando material, que a veces cambia de uno a otro libro, etc, y llega un punto en que tengo el suficiente material de uno u otro estilo literario para montar un libro. Y ahí es donde decido qué selecciono, qué orientación le doy y hacia quién lo quiero dirigir y monto los libros. Muchas veces combino en el mismo libro prosa, poesía, pero normalmente siempre suelo estar trabajando en varios frentes a la vez. Ese es mi proceso de escritura».
En el prólogo de ‘La poesía es un arma que carga el diablo’, Nacho Escuín señala que «no es un poemario fácil», a lo que su autor quiere matizar que se refiere más bien al mensaje que transmite que al propio estilo. «No me gusta la poesía ni la literatura hermética y mi obra entera es perfectamente transparente», reconoce Muñoz, para quien esa dificultad está asociada a la temática que trata. «Desde la pandemia para aquí estamos viviendo en un mundo en el que nadie en este momento quiere ser crítico con la sociedad en que vivimos. Todo el mundo quiere ser políticamente correcto. La poesía social ha enmudecido. Este es un libro realmente muy político, donde yo me posiciono no hacia ningún bando en concreto sino contra todos los bandos en general. En este sentido es un libro de poesía social y de crítica hacia el sistema, hacia el poder, hacia el Gobierno actual. Más que difícil de leer, puede ser un libro molesto de leer para gente que sea políticamente correcta», declara el autor, descontento con los tiempos que estamos viviendo. «No me gusta que me controlen, no me gusta que me impongan lo que tengo que pensar, lo que tengo que decir y mucho menos todavía lo que tengo que escribir. Entonces en este libro yo me he mojado hasta el fondo a la hora de exponer cuál es mi punto de vista, sin decantarme por supuesto hacia ninguna orientación política porque soy un poeta que he criticado en mis libros, de una forma más o menos explícita o implícita, a todos los gobiernos que han pasado por este país. He criticado a los gobiernos de derechas, he criticado a los gobiernos de izquierdas, etc. Lo que pasa es que ahora estamos viviendo unos tiempos donde parece que la libertad de expresión se ha visto muy mermada. Cualquier cosa que se dice es susceptible de censura, de alguna manera. Hay que andar con pies de plomo hasta con el propio lenguaje, cosa que para un escritor y cualquiera que se maneje con el lenguaje y con las palabras pues es muy triste realmente. Y en este sentido es en el que se habla de un poemario difícil, pero más que difícil es un libro comprometido. Lo que tiene que hacer un poeta social en cualquier momento histórico, gobierne quien gobierne», sostiene Muñoz Álvarez, para quien el hecho de que la poesía social en estos momentos haya enmudecido es una manera de sugerir que se ha impuesto la autocensura por parte de los creadores. «Exacto. Eso es lo que yo opino y de hecho no es exactamente lo que yo opine sino que es exactamente la realidad. Es curioso que a lo largo de los cuarenta años de la democracia haya existido la poesía social, en momentos dependiendo de cómo se haya gobernado al pueblo, con más o menos intensidad, dependiendo de las injusticias, de las desigualdades económicas, sociales, etc, pero siempre ha existido poesía social. Desde la pandemia para aquí sin embargo los poetas sociales efectivamente han enmudecido o en todo caso han cambiado su discurso. Han pasado de escribir una poesía clara a escribir en todo caso una poesía hermética que encubre con metáforas la realidad que estamos viviendo. Y yo he sido testigo de esto, entre otras cosas porque me he movido toda la vida en círculos y con poetas colegas del gremio que han practicado este registro y que ahora o bien han dejado de practicarlo por autocensura, por miedo, porque no quieren quedar de políticamente incorrectos, o han simplemente cambiado su forma de escribir. Entonces han comenzado a cambiar la claridad anterior de sus poemas por un hermetismo que pueda de alguna manera disimularlo», sostiene Muñoz Álvarez.
El libro está dedicado al también poeta David González, fallecido recientemente y con el que Vicente Muñoz mantuvo una larga y estrecha relación de amistad, además de ser uno de los mejores representantes de esa poesía social que ahora brilla por su ausencia, por lo que este tributo en forma de libro trasciende lo meramente personal para ir a la esencia literaria. «La conexión entre David González y este libro existe al cien por cien. David González fue durante tres décadas mi compañero, uña y carne, tanto en poética como en ideología, como en la forma de entender el acto poético. La poesía de David y la mía es muy semejante. No tanto quizás en el estilo, que también, pero sobre todo en el fondo y en la forma, pues somos poetas autobiográficos, poetas realistas y utilizando una expresión que él mismo acuñó ‘poetas de no ficción’; es decir, poetas que utilizamos nuestra propia vida y el mundo que nos rodea para escribir poesía, sin necesidad de utilizar ni ficciones ni hermetismos que puedan de alguna manera distorsionar el mensaje de fondo que queremos transmitir. Yo estaba terminando este poemario cuando David ha fallecido y el libro está dedicado a él por varias razones, por identificarme cien por cien con su poesía, por reivindicar por supuesto su figura y su importancia como poeta y de alguna manera también por dar la cara un poco por la hipocresía del mundo en que vivimos. Él mismo se denominaba un ‘poeta maldito’, que tenía una obra inmensa, más de treinta poemarios publicados, y el ‘establishment’ no le permitió nunca acceder a los circuitos comerciales, a la editoriales, a los suplementos literarios canónicos, y sin embargo en el momento en que murió todos esos suplementos, todas esas editoriales, toda esa gente que en vida le ninguneó realmente por lo incómodo de su mensaje poético, ahora se ha lanzado a hacerle tributos, lo que tanto a mí como a amigos comunes nos ha parecido bastante patético y lamentable».
Sobre el título del libro, que tiene un cierto aire cinematográfico y no poca carga de profundidad, Vicente Muñoz reconoce que quiso jugar con dos conceptos. «Por una parte, como te estaba comentando, yo soy básicamente un poeta social y este libro es más social que los anteriores que he escrito, más comprometido que ninguno. Entonces utilicé los famosos versos de ‘la poesía es un arma cargada de futuro’, pero dándole una vuelta de tuerca porque a la vez que es un arma cargada de futuro –un arma para transformar de alguna forma la sociedad– también es un arma por supuesto para criticarla. La carga el diablo en el sentido de que las balas pueden ir dirigidas a ciertas dianas en concreto del poder, como es el caso, pero también en un doble sentido porque aparte de hacia dónde pueden dirigirse las balas hacia afuera, las balas, la pistola o la bomba puede explotar en las manos del propio poeta. Cómo ciertos escritores que se comprometen demasiado, que escriben una poesía incómoda, una poesía no complaciente, se han visto de alguna forma mediatizados y hundidos por su propia poética».
‘La poesía es un arma que carga el diablo’ es un libro que puede decirse que es la antítesis de ‘Regresiones’, la anterior publicación de Muñoz Álvarez. «De hecho son como la cara A y la cara B de la misma realidad. Yo escribí ‘Regresiones’, que es un libro digamos optimista, como un ejercicio de nostalgia y de rememorar los años posteriores a la dictadura, los primeros años de la democracia, la Transición, los años ochenta y noventa, donde existió una libertad creativa hoy en día impensable. Con este libro quise contrastar, porque este es un libro centrado en el aquí y en el ahora, que ha sido escrito en estos dos últimos años y que termina de hecho el día que falleció David hace un mes y medio. Y quiere contrastar de alguna manera aquella realidad que vivimos tan ilusionante, tan creativa, tan libre y tan intensa con este mundo tan distópico que estamos viviendo. Realmente una distopía que pasa por ser una democracia pero que para mí es una sociedad de censura y de control, la mayor que he vivido, pues la franquista no la sufrí porque era un niño, pero en los cuarenta años largos de democracia que llevo viviendo nunca había existido un momento de tal control del poder, de censura, de lo políticamente correcto y todo lo que se sale de ese canon es malo o está mal visto y hay que enterrarlo o ningunearlo. No hay lugar en este momento para la disidencia, que fue lo que precisamente ensanchó la época de la Transición».