Dentro del subgénero poliziesco italiano, tan en boga en los años 70, Milán odia: la policía no puede disparar (Milano odia: la polizia non può sparare, 1974), de Umberto Lenzi, es una de las más violentas y despiadadas películas, que aún hoy sorprende por su vertiginoso ritmo y brutalidad.
Desde los mismos créditos de inicio, con la fabulosa banda de Ennio Morricone de fondo, hasta el minuto final del metraje, Milano odia es una montaña rusa de ferocidad y abrumadoras secuencias, llena de crímenes, tiroteos y palizas, que nos mantiene pegados con los ojos como platos frente a la pantalla, dando como resultado un thriller absolutamente demoledor.
Con un impresionante Tomas Milian, que borda su papel de macarra histriónico y enloquecido, un implacable Henry Silva y una bellísima Laura Belli como protagonistas principales, la película de Lenzi (para mí, sin duda, la mejor de su filmografía) es adrenalina y lumpen en estado puro, sudorosa y sangrienta, sucia y salvaje, un festival de violencia y acción trepidante, que cumple a la perfección su cometido: hacernos pasar un buen rato.
Ni que decir tiene, eso sí, que como tantas y tantas otras películas de aquella década, en estos tiempos de puritanismo hipócrita y censura que estamos viviendo, algo así sería imposible de filmar sin que rodaran cabezas.
Vicente Muñoz Álvarez