-¿Y qué estudia?
-Química.
-¡Ah, química! ¿Le gusta la química, le interesa?
“Ahora sólo me interesa la vida”, quiso contestar Emanuel, pero se calló.
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Se le había mojado la espalda e intentaba, retorciéndola, meter la mano por debajo de la escayola para separar la camiseta de la piel. Pero cuando la sacó, constató algo en extremo desagradable: la mano olía a moho. Emanuel descubrió así, de pronto, toda la suciedad y mugre que albergaba su cuerpo, sin lavar desde hacía tantos meses. Era la primera vez que exploraba el interior del corsé. Inmediatamente le entró un inmenso asco de sí mismo y, al tratar de ocultar lo mejor posible su desazón, la tristeza se le acentuaba de forma notoria en el rostro.
[Pre-Textos. Traducción de Joaquín Garrigós]