La guerra de Vietnam como pocas veces la hemos visto. ¿Hasta qué extremos llega la crueldad humana en un entorno bélico lleno de locuras, atrocidades y violencia? Esta novela es una buena respuesta: no hay límites cuando los pellejos están en juego. Hay pasajes muy crudos que en algún momento me recordaron a Meridiano de sangre (salvando las distancias): ese valor para contarte de qué manera mueren niños, animales, tipos que se desangran en brazos de sus amigos… Compasión por el diablo, libro potente y cruel de Kent Anderson (veterano de Vietnam), data de finales de los 80 y fue alabado por gente del calibre de Harry Crews y Oliver Stone. Aquí van unos fragmentos:
**
Y entonces el soldado murió, y fue como si Hanson hubiera tenido que asimilar lo que aquellos ojos le remachaban en lo más hondo para que el soldado pudiese morir. Se le escapó un suspiro casi inaudible al morir, y se quedaron ambos, por un instante, solos en algún sitio: en el espacio, en el desierto, a la deriva en el mar. Hanson se vio contemplando la última luz en los ojos del soldado, sordo a cualquier ruido de la estancia a causa de la algarabía y el castañeteo de sus oídos. Le ardían la nariz y la garganta del polvo, la pólvora, el alcohol de friegas, el explosivo de alta potencia, la orina, la sangre y el sudor. Todo lo que no fuesen los ojos del soldado estaba desenfocado hasta que se le oscurecieron y se le quedaron planos, y entonces Hanson se apartó con el corazón desbocado de instinto asesino y júbilo.
**
Estaba vivo y al momento muerto, en un instante, pero a Hanson no le pareció un instante. Era como ver a alguien a quien quieres dándote la espalda y alejándose a pasos largos, deliberados, y saber que nada de lo que hagas o digas podrá hacer que se pare y se gire, pero pensando que tiene que haber algo y que ojalá se te ocurra a tiempo, y entonces ya es demasiado tarde porque se ha ido, porque durante todo ese largo rato que has estado observándolo mientras se marchaba no has hecho lo que fuera que debías hacer, o decir lo que necesitaba oír para poder pararse y volver.
[Sajalín Editores. Traducción de Rubén Martín Giráldez]