Hay una pregunta que nunca hacemos a los candidatos y sus iluminados asesores económicos: ¿Cuánto cuesta cumplir su programa de gobierno?Cualquier mano puede dibujar paraísos, utopías y hasta distopías, pero ¿por cuánto sale? Porque aquí votamos sin preguntar y después llega la factura en forma de yuca o de eslogan: “aguántate la mecha”.
En esta “performance” en la que se está convirtiendo este momento histórico, estamos más pendientes de un plato de arroz con tuna que del fondo del asunto: la transformación de nuestra democracia. Quien crea que botar a miles de botellas va a arreglar algo, se engaña: ¿dónde va a ir esa gente? Muchos datos económicos suenan ahora a grandes verdades pero, ¿cómo no lo preguntamos desde el principio? Si no hay un nuevo modelo laboral ¿a dónde vamos? Alguien al mando de los sindicatos por más de una década no puede hablar de estos problemas de fondo como si fueran nuevos: sólo demuestra continuismo y estar “pegao” a su silla como los demás actores.