UNA puerta chirriante abriéndose lentamente en la oscuridad... dos rombos en la pantalla... una luz espectral al otro lado... los créditos de Narciso Ibáñez Serrador presenta Historias para no dormir con redoble de tambores... y aquel espeluznante grito...
A cuántos millones de españoles, a principios de los años 70, puso los pelos de punta aquella serie y, muy en especial, aterrorizó aquel escalofriante grito...
A mí, por aquel entonces un niño, más que a ningún otro, imagino, hasta el punto de reproducirlo idéntico, según aseguran mis padres, durante años en mis pesadillas. Jamás recordaba nada al despertar, ni los sueños ni el grito, pero decían que era clavado al de Historias para no dormir, terrorífico y aterrador... Y allí estaban una y otra vez mis sufridos padres, a las tantas de la mañana amedrentados por mi grito (solamente uno, decían, pero agónico y prolongado) a la puerta de mi habitación, para comprobar que seguía durmiendo plácidamente en la cama.
Debieron ser, supongo, aquellas tremendas historias de Chicho las causantes, muchas inspiradas en relatos de Edgar Allan Poe, y sobre todo los créditos de la serie, la puerta chirriante, los dos imponentes rombos (infalible reclamo entonces), los redobles de tambores y aquel horripilante grito, que se clavó como un dardo envenenado en mi subconsciente...
Vicente Muñoz Álvarez,
de Las setas y otros relatos de la Era Pulp
(Versátiles, 2021)