En casa de Neruda

* Texto publicado en el periódico El País.

 

Alejandra Serna Reques

 

Poco sabemos de cuidadoras, limpiadoras, criadas. Alejandra Serna Reques fue niñera de Malva, la hija de Neruda y María Hagenaar, en la Casa de las Flores de Madrid.

 

De paseo por el barrio de Argüelles, Alejandra le decía a su hija: “En esta casa cuidé de una niña muy enferma, hija de un intelectual muy importante”. Es Víctor, sobrino de Alejandra, quien da fe de esta historia, de la que sin embargo no queda prueba gráfica: entre 1934 y 1936, su tía fue niñera de Malva, la hija de Neruda y María Hagenaar, en la Casa de las Flores de Madrid.

 

Entrando por Princesa, la Casa de las Flores ocupa una manzana completa enmarcada por las calles Hilarión Eslava (en su número 7 murió Pérez Galdós) y Rodríguez San Pedro. Es un inmueble de interior ajardinado, varios portales y doscientas ochenta y ocho viviendas, diseñado en 1931 por Secundino Zuazo. Neruda había llegado a Madrid como cónsul de Chile en 1934. Lo recibió Lorca en Atocha, y fue Alberti quien encontró para él y su familia la Casa de las Flores.

 

Casa de las Flores (Madrid)

La hija de Alejandra Serna Reques (1918-1989) vive todavía. Se llama Alicia y tiene ochenta y dos años. Cuenta que su madre llegó a la Casa de las Flores en 1934 procedente de Otero, en la sierra segoviana. Los abuelos de Alicia se habían conocido en la finca El Bohío, propiedad de Valeriano Weyler en el municipio de San Rafael. Ella trabajaba en el servicio doméstico, él de albañil. Tuvieron doce hijos.

 

Llamada por aquel entonces la Suiza española, San Rafael tenía conexión ferroviaria con Madrid y era un hervidero de personalidades políticas y culturales de la época. Alberti llegó en 1918 para recuperarse de una afección pulmonar y escribió allí Marinero en Tierra. No sabemos si San Rafael fue el punto de encuentro entre Alejandra y los Neruda-Hagenaar. Alicia solo confirma que su madre trabajó en la casa de Argüelles hasta que la niña se marchó de España. Si hubo fotos de Alejandra con Malva en Madrid, no han salido a la luz.

 

El padre de Alicia fue Salvador Pomata Orsi, militar de carrera y comandante del ejército republicano. Su madre lo conoció “en un café que todavía existe en la Glorieta de Bilbao”. Lo más probable es que se trate del Café Comercial. Su director, Raúl García Baltasar, comenta que el personal de servicio entraba con frecuencia a recoger encargos. “El delivery no es un invento nuevo, ya existía en aquel tiempo. Los pedidos se entregaban en bolsas de papel tras aquel mostrador”. Y agrega: “Artistas e intelectuales no eran la única clientela del café, ni mucho menos. Venían también republicanos y militares. El Cuartel General del Ejército estaba en Cibeles, el Tribunal de Cuentas en Fuencarral y Justicia en San Bernardo”.

 

Cuando conoció a Alejandra, Salvador estaba casado. Su mujer y sus dos hijas vivían en Marruecos. Supieron de su relación con Alejandra y del nacimiento de Alicia. “Tener dos familias era entonces muy común”, señala esta.

 

Alejandra y su hija Alicia

 

Alejandra y Salvador pasaron la guerra en el frente de Teruel, adonde a él lo habían destinado. “Yo nací en agosto del 39. Mi padre no quiso huir de España, decía que no tenía delitos de sangre. Le cayeron catorce años de cárcel”.

 

Madre e hija vivieron muchos años en un ático de la Dirección General de Educación, frente a Sol, donde Alejandra llevaba el servicio de calefacción y limpieza. No se casó con Salvador hasta 1971, él ya viudo.


Alicia no cree que su padre conociese a Neruda. Nunca le escuchó hablar de él. Tampoco vio libros suyos en casa.

 

“En esta casa cuidé de una niña muy enferma, hija de un intelectual muy importante”

 

La historia de Malva Reyes Hagenaar es sabida. Nació en Madrid en 1934, padecía hidrocefalia. La poeta neerlandesa Hagar Peeters dio voz a la niña en 2015 en su novela Malva. Al empezar la Guerra Civil, Neruda envió a esposa e hija a La Haya. Después, se desentendió de ellas. Sin recursos, María tuvo que buscar una familia de acogida para Malva. Fueron los Julsing. Vivían en Gouda. Ella visitaba a la niña una vez al mes en tren. La Segunda Guerra Mundial empeoró la situación: Malva muere, Neruda no responde al telegrama, María termina en un campo de trabajos forzados.

 

Malva en Gouda (archivo de los Julsing)
 

En la Casa de las Flores, Beatriz cubre las vacaciones de su padre en una de las porterías. Su familia ha cuidado del inmueble durante cuatro generaciones. Todavía viven en él. Después de hablar con varios vecinos, comparte esta información: “Pablo Neruda y su mujer no vivían inicialmente en el piso de la Casa de las Flores donde se sitúa la placa en su honor, sino en un bajo de la calle Gaztambide. Tenía acceso más directo al jardín, en esos años era una vivienda bastante especial. No mucho tiempo después, decidió mudarse a un piso más alto en otro portal de la Casa de las Flores, el que todo el mundo conoce como su casa en Madrid. Casualmente, esta mudanza ocurrió al nacer su hija. En esos años los pisos bajos que daban al jardín eran bastante visibles para los vecinos, se podía perfectamente mirar por las ventanas. Neruda buscó ese cambio para ganar intimidad”.

 

Y añade: “Lo que sí es muy comentado por los vecinos es que las mujeres (abuelas y bisabuelas) de las familias que llevamos años viviendo aquí decían que era un mal hombre. No solo por cómo trataba a su mujer, sino sobre todo porque su faceta de mujeriego les producía mucho rechazo debido a sus preferencias por crías de 14-16 años. Esto era conocido por los vecinos en general. Sus biografías, evidentemente, no lo cuentan”.

 

Sabemos de las impresiones de Lorca y Aleixandre de la niña. Tenemos fotos de Malva en Gouda. Sumamos ahora las palabras de Alejandra: “En esta casa cuidé de una niña muy enferma, hija de un intelectual muy importante”. Víctor llamó Alejandra a su propia hija en honor a su tía. Tía y sobrina nieta comparten también apellido.

 

A Malva la cuidó Alejandra Serna. La cuidó su madre. La cuidaron los Julsing. En la oficina bancaria junto al portal de Neruda duerme un sintecho. Le dice a un vecino: “He pasado la pandemia en la calle. Y, entre los míos, apenas nadie se ha contagiado”. Una ráfaga de agua moja la acera: alguien riega las flores.

 

Leonor Ruiz Martínez es profesora de español y literatura en la Escuela Internacional de Hilversum (Países Bajos).

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