La novela de un literato 2, de Rafael Cansinos-Asséns

 

 

Siento una invencible aversión por esos hombres que, teniendo desde la cuna un nombre conocido, dinero y poder, vienen a invadir el campo de la literatura y a tratar de disputarnos a nosotros lo único que tenemos, una opción a la problemática e ilusoria gloria literaria.

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[Habla Paco Torres] -¿Para qué escribir?... Lo mejor es que los otros escriban para uno, hacerse editor, empresario…, el escritor no sale de pobre; el editor o empresario se hace rico… Como que miles de individuos se devanan los sesos y escriben para él…, y mientras tanto él se fuma su puro y se queda con la parte del león… El escritor sueña con la gloria… Pero ¿qué es la gloria?... Humo, querido amigo… Yo no quiero la gloria después de muerto, sino en vida… Yo quiero comer bien, beber mejor, fumar vegueros, tener queridas, vivir en casa propia, ser casero…, aunque esté mal mirado… Esa casa de Cardenal Cisneros en que vivo ha de ser mía… O el día que yo encuentre un gran caballo blanco… ¡Que lo encontraré, no hay duda!...

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Jorge Luis Borges, un joven alto, delgado, con lentes y aire de profesor. Viene de recorrer Europa en compañía de su hermana Norah, que hace unos dibujos muy modernos. Ha estado en Alemania, es poliglota y tiene un enorme fondo de cultura. Aún no publicó ningún libro, pero ya en su país se hizo notar por su colaboración en revistas literarias.
Se adhiere, desde luego, al Ultra y se propone ser su introductor en la Argentina.

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Uno no piensa que la literatura sea una cosa práctica ni un medio de vida. Para eso está el periodismo y la traducción. Yo entrego mis originales sin condiciones, con la sola pretensión de que me los publiquen, y si a veces firmo contratos, es porque el editor me lo exige para su seguridad, pero no hago caso de ellos, pues sé por experiencia que no han de cumplirlos. Esos tantos por ciento sobre la venta del libro son puramente teóricos y nunca llega a verlos el autor. Para qué pedir liquidaciones, si ya sabe uno de memoria que el editor pondrá una cara triste, compasiva, y nos dirá: -Le haré la liquidación, pero desde ahora le advierto que no tiene usted saldo favorable… Sus libros se venden poco y lentamente… Es una injusticia, pero es así… Usted escribe para los exquisitos, que son una minoría… Yo le edito a usted por puro afecto…
El autor tiene que avergonzarse y dar todavía las gracias…

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Acepto reacio finalmente, y salgo del periódico pensando en ese afán de vapulear a los autores, que se nota generalmente entre nosotros, en esa tendencia a darle sensacionalidad a la crítica, con el espectáculo del autor maltratado por el crítico y la posible reacción violenta de aquél, provocadora de polémicas con insultos mutuos, desplantes y retos. Lo que menos interesa es la Crítica en sí, sino el escándalo.



[Alianza Editorial]


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