WHISKY Y ALMENDRAS por FRANCISCO SOTO




Acabar derrotado con el último deshielo,
deshecho en aguas de turbia soledad,
ahogado en el alcohol del verso final que lo baña todo;
la lágrima perfecta dibujándote, la incógnita de tu posibilidad.

No aprieta Dios. ¡Te amo!
Lo hacen las cicatrices de la botella, el revés de la etiqueta ilegible
sobre el nivel de las marcas de tiza cada vez más bajas,
menguante licor y vida.

Whisky,
sabor a chinches trepando al lugar de mi paciencia desbordada,
en el almíbar otoñal de tus labios de pecado;
rojos, carnosos, dibujando el poema perfecto,
la “o” perlada con la forma de mi sexo,
el aroma de dentro de ti…

En tu mirada la hondura del mar;
después de tus ojos la muerte,
la amargura de las almendras sobre la tierra que nos separa.

Hace tanto tiempo que pude ser tú, hablarte de igual a igual
y no ahora esta derrota al mirarte,
no aguantar el combate de cada estación,
la premura violenta de acercarme a por tu beso y huir;
esperarte todos los miércoles.

El deseo viajándome en una carretera peligrosa,
morir mis manos donde tus curvas,
en el lugar de tus caderas.
Tus labios, tu piel, tu voz,
tus ojos…
No sé si te lo he dicho,
después de tus ojos la muerte.

Un poema rojo, de demonio,
los huesos en whisky conservados,
el llanto por la vía muerta de tu boca en la mía.

Adentrarme en tu mapa,
sufrir del contagio de tu juventud,
ignorar las indicaciones de evacuación,
las normas de seguridad más elementales;
chocar contra el suelo voraz de mí.

La perversión del whisky en un vaso ancho,
y yo,
(ayer me lo pediste)
desde la profundidad
observarte.
Whisky
y almendras...


Francisco Soto


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