Así se hacen las películas, de Sidney Lumet

 

 

Si hay un libro de cine que todo cinéfilo debería leer es éste, sin duda. No sé por qué he tardado tanto en comprarlo y, por fin, leerlo. Es uno de los mejores manuales sobre cómo se planifican, se escriben, se producen, se ensayan, se ruedan, se montan y se estrenan las películas en Norteamérica. Y lo cuenta, sin un ápice de tedio (al contrario: con el entusiasmo de un niño), Sidney Lumet, que para mí es uno de los grandes cineastas de todos los tiempos, cuyas películas suelen contener, salvo excepciones, la fuerza y la energía y la vitalidad propias del cine de los 60 y 70: un vigor que casi ya se ha perdido, y donde primaban siempre el guión, la historia y la honestidad de los personajes por encima de modas, tendencias y detalles políticamente correctos. Lumet fue el director de, entre otras, Doce hombres sin piedad, La colina, Serpico, Asesinato en el Orient Express, Tarde de perros, Network, La trampa de la muerte, Veredicto final, Un lugar en ninguna parte, Distrito 34: corrupción total, Antes que el diablo sepa que has muerto… ¿Sigo? El mismo Lumet reconoce que hubo algunas películas que le salieron mal, con las que no estuvo conforme por culpa de imposiciones o de prisas o porque no eran los proyectos adecuados para él.

El caso es que, mezclando anécdotas de su experiencia y aportando su sabiduría, Lumet escribió un libro que también deberían leer todos los espectadores, no sólo los cinéfilos. Así comprobarían lo difícil que es rodar una película, llevarla desde la idea que tiene un tipo (el guionista, al que luego irán relegando) hasta el estreno en el que todo el mundo quiere meter cuchara. No se lo pierdan. Aquí va un fragmento:   

La película final se forma con las tomas positivadas.
Pero y, ¿hasta qué punto me ocupo yo de la película? ¿Es
un Film de Sidney Lumet? Dependo del tiempo, del presupuesto, de lo que la actriz principal tenga de desayuno, de quién ande enamorado el actor principal. Dependo de talentos e idiosincrasias, estados de ánimos y egos, políticos y personalidades, de más de un centenar de tipos distintos. Y eso sólo al hacer la película. En este momento no mencionaré siquiera el estudio, la financiación, la distribución, el marketing…
¿Cuánta independencia tengo? Como cualquier jefe –y en el plató, yo soy el jefe–, lo soy sólo hasta cierto punto. Y eso es para mí lo emocionante. Estoy al frente de una comunidad a la que necesito desesperadamente, y ellos a mí lo mismo. Ahí está la gozada: en la experiencia compartida.



[Ediciones Rialp. Traducción de José María Aresté] 

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