Para ser escritor, de Dorothea Brande

 

Este libro no es ni siquiera un acompañamiento de las obras de ese tipo: es un prólogo a ellas. Si funciona, enseñará al principiante no a escribir, sino a convertirse en escritor, cosa que es muy diferente.

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La imagen del artista como un monstruo construido a partes iguales de niño engreído, mártir sufriente y
bon vivant, es un legado del siglo XIX, y se trata de una herencia notablemente bochornosa. Existe una idea del artista anterior y más sana, la idea del genio como una persona más versátil, más empática y más estudiosa que sus congéneres, más universal en sus gustos, menos a merced de las ideas de la multitud.

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Sin embargo, todo autor posee un tipo de personalidad dual muy afortunada, y es este hecho precisamente lo que le convierte en una figura tan desconcertante, fascinante e irritante para el hombre corriente que gusta de pensar que él, al menos, no tiene doblez. Pero no hay escándalo ni peligro en reconocer que tu carácter tiene más de un lado. Los diarios y las cartas de los hombres de genio están repletos de admisiones de que sus naturalezas son duales o múltiples: siempre está el trabajador cotidiano que camina, y el genio que vuela.

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Hasta que no hayan visto tu nombre en letras de molde una y otra vez puede que no recibas más que burlas por tus esfuerzos, si anuncias prematuramente tus intenciones de escribir.

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Puede que te resulte de mucha ayuda, antes de empezar a escribir, decidir una primera y una última frase para tu historia. Así podrás usar la primera frase como trampolín desde el que sumergirte en tu trabajo, y la última como una balsa hacia la que nadar.


[Círculo de Tiza. Traducción de Eva Cruz]

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