Esperando a los bárbaros, de J. M. Coetzee

 

 

El dolor es la verdad, todo lo demás está sujeto a duda.

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¿Por qué no podemos vivir en el tiempo como el pez en el agua, como el pájaro en el aire, como los niños? ¡Los imperios tienen la culpa! Los imperios han creado el tiempo de la historia. Los imperios no han ubicado su existencia en el tiempo circular, recurrente y uniforme de las estaciones, sino en el tiempo desigual de la grandeza y la decadencia, del principio y el fin, de la catástrofe. Los imperios se condenan a vivir en la historia y a conspirar contra la historia. La inteligencia oculta de los imperios solo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era. De día persiguen a sus enemigos. Son taimados e implacables, envían a sus sabuesos por doquier. De noche se alimentan de imágenes de desastre: saqueo de ciudades, aniquilamiento de poblaciones, pirámides de huesos, hectáreas de desolación.

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Nadie cree realmente, pese a la histeria de las calles, que estén a punto de destruir el mundo de tranquilas certezas en que hemos nacido. Nadie puede aceptar que hombres con arcos y flechas y viejos mosquetes oxidados que viven en tiendas y nunca se lavan y no saben leer ni escribir hayan aniquilado a un ejército imperial.


[DeBolsillo. Traducción  de Concha Manella y Luis Martínez Victorio]

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