Formentera Lady, de Jordi Cussà Balaguer

 


Entre mis próximas lecturas para el verano había colocado ya esta novela cuando, inesperadamente, su autor, Jordi Cussà, murió. En Sajalín Editores ya publicaron su traducción de Caballos salvajes y Formentera Lady era otro de sus libros más celebrados en Cataluña. Cussà vivió años salvajes de drogas, alcohol y desenfreno. Lo que en esta ocasión cuenta es la mirada de quienes sobrevivieron a aquello y aún pudieron relatarnos cómo otros compañeros de farra y generación morían mucho antes de llegar a viejos y cómo ellos mismos trataron de adaptarse a los nuevos tiempos. Gente que se movía siempre al filo del abismo. Al igual que en Caballos salvajes, aquí encontramos toques metaliterarios, numerosas alusiones a la música como motor de los narradores y una estructura que combina varias voces narrativas.

He elegido estos 2 pasajes de la última parte del libro porque ejemplifican muy bien el tema y el tono, y además son las voces de 2 de los personajes:  

DANIEL: The Wall (Pink Floyd)

No me atrevo a hablar en plural general, pero la adicción a las drogas duras, especialmente heroína, cocaína y alcohol, en muchos casos consta de tres fases. La primera, que puede ser corta o muy larga, es el cortejo, durante el cual el individuo (o futura víctima) descubre una vida nueva, una forma diferente de entender el mundo y gozarlo, gracias a la droga y mediante ella. La segunda, que puede ser larga o muy corta, es la luna de miel, en que el individuo y la droga se compenetran en una sola carne y una sola alma, y se prometen fidelidad eterna. La tercera, que acostumbra a ser muy larga y muy dura, llega cuando el individuo reconoce que la dependencia lo ha transformado en una víctima de su propia libertad, y en nombre de una libertad renovada decide romper el vínculo y abandonar la droga. Algunos privilegiados, pocos, lo superan a la primera, pero la inmensa mayoría descubre de sopetón el significado metafórico del Muro.

ONA:
The Wall

Un Muro que en realidad es un laberinto de Muros. Una sucesión de bloques impenetrables, uniformes como fichas de dómino, contra los que vas estrellándote, normalmente de cabeza, sin ninguna posibilidad de cruzarlos ni de rodearlos. No poder cortar con el hábito, cuando te das cuenta de que te va la vida en todos los sentidos, se convierte en una frustración devastadora que te pudre la ilusión de levantarte cuando te despiertas, porque te sitúa, un día sí y otro también, al nivel de los gusanos. Entendidos, pobres anélidos, como símbolo de una esencia miserable por concepto. Este complejo de inferioridad enraíza y florece a base de fracasos, normalmente abundantes, y al cabo del tiempo también se convierte en un Muro infranqueable, aterrador. Te ves tan débil, tan asquerosa e inútil, que no puedes superar ni los muros que tú misma has cimentado en tu interior.

[…]


[Sajalín Editores. Traducción de Jordi Cussà Balaguer]

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