Daniel Grustán
(España, Aragón, 1959)
Boceto para un cuento de navidad
Un hombre solo en su casa;
afuera se oyen villancicos y tras los cristales se perciben los
reflejos de luces encendiéndose y apagándose,
las risas apagadas tras los tabiques.
Ha consumido gran parte de la botella.
Los recuerdos se agolpan en su cabeza: aquellas fiestas con una familia a la que dio
la espalda cuando la fortuna y la belleza desbordaban en sus espejos;
sus amantes más apasionadas, que pronto le abandonaron cuando la suerte cambió.
Después de horas y whiskies, el cansancio le acomete y sueña que todo puede cambiar,
quizá exista en realidad ese ángel, ese ser celestial que le perdone y cambie de nuevo
las cosas, tal y como deberían ser. Percibe un rumor entre sueños cerca de la chimenea,
que le hace esbozar una cómplice sonrisa de felicidad.
El ladrón no puede creer que se lo pongan tan fácil. Casi dulcemente le rebana el cuello y empieza a rebuscar por la casa.
Ha consumido gran parte de la botella.
Los recuerdos se agolpan en su cabeza: aquellas fiestas con una familia a la que dio
la espalda cuando la fortuna y la belleza desbordaban en sus espejos;
sus amantes más apasionadas, que pronto le abandonaron cuando la suerte cambió.
Después de horas y whiskies, el cansancio le acomete y sueña que todo puede cambiar,
quizá exista en realidad ese ángel, ese ser celestial que le perdone y cambie de nuevo
las cosas, tal y como deberían ser. Percibe un rumor entre sueños cerca de la chimenea,
que le hace esbozar una cómplice sonrisa de felicidad.
El ladrón no puede creer que se lo pongan tan fácil. Casi dulcemente le rebana el cuello y empieza a rebuscar por la casa.