La calle Great Jones, de Don DeLillo

 

 

Me interesaban los finales, cómo se sobrevive a una idea muerta.

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[…] Conozco el mercado de la literatura como pocos. El mercado es algo extraño, casi un organismo vivo. Cambia, palpita, crece y excreta. Absorbe cosas y luego las escupe. Es una rueda viva que gira y crepita. El mercado acepta y rechaza. Ama y mata.

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[…] No hay nada que no se pueda vender. Si en el momento presente no existe mercado para un material determinado, entonces se genera automáticamente un mercado nuevo en torno a ese mismo material.

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-Me atormenta soñar con películas. En mis sueños no paran de aparecer y desaparecer caras glamurosas. Todos los grandes nombres. Por alguna razón eso me atormenta. Me despierto lleno de miedo e inquietud. Las caras están tristes. Tal vez sea eso. La tristeza de la fama enorme. Los famosos muertos del cine. Muertos pero no muertos. Quizá por eso es por lo que estoy angustiado. El concepto mismo de las películas me parece tremendamente egipcio. Las películas son sueños. Pirámides. Enormes ríos de sueño. Esos seres enormes y glamurosos con sus legendarios perfiles de esfinge. Me despierto temblando.

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[…] Estoy escribiendo narrativa terminal y no estoy escribiendo para el mercado ni para vender deprisa, ni tampoco por profesionalidad ni por ver mi nombre impreso. Estoy escribiendo para los supervivientes, para que sepan a qué han sobrevivido. Estoy escribiendo, si quieres, para la posteridad, para que la gente entienda qué es lo que salió mal y resista ese imperativo histórico de juzgarnos con demasiada dureza.  

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[…] El hombre poderoso que logra una muerte hermosa se convierte automáticamente en héroe nacional y en santo de todas las iglesias. Sin poder, la cosa se queda en nada, Bucky, no hay poder. No tienes más que la ilusión del poder. Lo sé de primera mano. Lo aprendí lección tras lección y ciudad tras ciudad.

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[…] El verdadero subsuelo es el lugar donde fluye el poder. Ahí radica el secreto mejor guardado de nuestra época. Tú no eres el subsuelo. Tu gente no es gente subterránea. Son los presidentes y los primeros ministros los que hacen los tratos subterráneos y hablan el verdadero lenguaje del subsuelo. Las corporaciones. El ejército. Los bancos. Ésa es la red subterránea. Ahí es donde sucede todo. El poder fluye bajo la superficie, muy por debajo de los adictos a las anfetas y de los que cortan el caballo. Tú no estás blindado ni eres intocable como lo son las fuerzas corporativas.

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[…] La gente está huyendo de la sobrecarga sensorial. De la tecnología. Siempre que hay un exceso de tecnología, la gente regresa a las gestas primitivas. Pero los dos sabemos que la verdadera privacidad es un estado interior.


[Seix Barral. Traducción de Javier Calvo] 

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