Letra muerta, de Linda Lê

 

 

Soy como esos hijos que llevan a su madre enferma hasta una cima, la dejan morir allí y se vuelven solos, pero allá donde vayan sienten el peso de la madre muerta en sus espaldas, el aliento de la madre muerta sobre el cuello, las manos de la madre muerta cogiendo sus hombros.

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Mientras el padre vive, sus palabras nos llegan amortiguadas. Mientras el padre vive, sus palabras no matan. Y ahora que han dejado de llegar esas cartas, ahora que sujeto entre mis manos las hojas del archivo de mi padre, me parece oír que de esas páginas se alza una voz que me juzga, me condena. Murió solo, vivió solo. Su soledad me acusa.

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¿Qué siente un hombre cuando tiene la certeza de que va a irse en muy poco tiempo? ¿Deforma su rostro la mueca del miedo? ¿Intenta retener la vida con las manos? ¿Establece el balance de una existencia donde no hubo otra cosa que sufrimiento y espera? ¿Se levanta cada mañana con ese miedo lacerándole el vientre?

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No hay espectáculo más triste que una joven al borde de una tumba mientras rumia sus pérdidas. Imagínala, Sirio: mira cómo dobla la cabeza, sus rodillas flaquean, sus ojos están secos, su corazón anegado por las lágrimas. Fue arrancada de la vida sin haberla entregado aún a la muerte.



[Akal Ediciones. Traducción de Daniel Sarasola]

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