Un loco de las setas ya era mi amigo desde muy pronto, si bien en un sentido diferente del que tendría en sus años posteriores o aun en los finales. Fue entonces, hacia la vejez, cuando se me ocurrió una historia sobre él, loco. No son pocas las historias sobre locos de las setas que se han escrito, por regla general –¿o incluso sin excepción?–, es el propio loco quien la escribe, describiéndose como “cazador” o en todo caso como buscador, coleccionista y naturalista. El que no solo existan esta literatura de setas, los libros sobre setas, sino una literatura en la que se habla de las setas en relación con la propia existencia sí que parece darse como un caso nuevo de los tiempos modernos, tal vez de después de las dos guerras mundiales del siglo pasado.
**
El libro de setas no lo escribió nunca. Sin embargo, con el tiempo me contó algunas cosas que tenía intención de mencionar en él. Voy a intentar relatarlas ahora yo aquí, no tan entusiasmado, aunque en ningún momento “falto de entusiasmo”, curiosa palabra que actualmente se aplica como elogio a alguien que lo que hace es narrar, cosa que únicamente debería hacer, si lo que tiene que contar está profundamente impregnado y si él mismo es presa de ese entusiasmo; y luego, para colmo, lo cuenta sin estructurarlo bien, pues a diferencia de mi amigo de la infancia, y aunque ambos estudiamos la misma carrera, yo nunca llegué a ser jurista.
[Alianza Editorial. Traducción de Isabel García Adánez]