Ya no leo mi alma a través de tus ojos;
nunca más llenaré en tu piel
el vacío de mi cuerpo.
Replico en vano el crepitar de tus caricias
y el laberinto de tus senos.
Me atraganto con el perfume de tu olvido.
Acaricio tus muslos deshechos en el aire,
disueltos en la noche,
mientras la rosa extinta del deseo
anida en la tumba del pasado.
He olvidado tus gestos,
he olvidado tu voz,
he olvidado tu rostro.
Ya ni en mis recuerdos existes,
mas todavía lates en mis versos.