A pesar del éxito de su propuesta, Thierry Groensteen presintió que las conclusiones que obtuvo en Systeme de la bande dessinée (The System of Comics, en su edición inglesa, más asequible y fácil de encontrar) presentaban algunas lagunas analíticas. Su exhaustivo acercamiento semiótico a las herramientas del cómic ofrecía una visión comprehensiva del medio, pero no era aplicable a todas sus variantes de forma genérica. La publicación en 2011 de Bande dessinée et narration (Comics and Narration), doce años después de su primer estudio, pretendía corregir aquellas carencias. En esta nueva obra, por ejemplo, el crítico francés daba cuenta de los llamados cómics abstractos; una variante conceptual y estilística del medio que en años recientes está adquiriendo cada vez más relevancia y adeptos (sobre todo después de la publicación de esta antología de referencia).
En el capítulo 1 de Bande dessinée et narration, Groensteen parte de las ideas y conceptos planteados por Andre Molotiu para distinguir entre cómics puramente abstractos (aquellos que se basan en relaciones de contigüidad, yuxtaposición, ritmo o "solidaridad icónica", sin llegar a guiarse por una narratividad coherente) y esos otros cómics que combinan elementos figurativos junto a cierto grado de abstracción narrativa o estilística; Groensteen utiliza la etiqueta "cómics infranarrativos" para definirse a este segundo tipo. En ambos casos estaríamos ante obras que se mueven en un territorio cargado de ambigüedad, obras que parecen escapar de los límites convencionales adscritos a las narrativas comicográficas.
Nos hemos acordado de Groensteen y Molotiu porque la reciente publicación en nuestro país de La espiral, de la artista multidisciplinar Aidan Koch, invita a retomar sus ideas sobre el cómic abstracto. El cómic de Koch resulta un buen ejemplo de eso que el francés denominaba cómics infranarrativos; aunque su especial idiosincrasia experimental invite a pocas categorizaciones estrictas. Se trata de obra que se mueve en gran medida en un plano de secuenciación simbólica y solidaridad visual más que de narratividad lineal o causal. Recae en el lector la responsabilidad de construir significados y establecer una lógica secuencial (no siempre narrativa).
Como señalaba Gerardo Vilches no hace demasiado, hay "obras que permiten una lectura narrativa convencional, sin ningún tipo de corte abrupto, pero cuyos significados reales resultan abstractos en cuanto que no se enuncian a través de textos ni son inteligibles de un modo unívoco...". Ese sería el caso parcial de la obra que tenemos entre manos. Un ejemplo de que –como afirma el propio Vilches– "la abstracción es un grado".
No queremos decir con ello que La espiral carezca por completo de una "historia". Se trata de un ejemplo intermedio entre narratividad y cierta abstracción. El cómic combina globos y diálogos, en los que se desarrollan secuencias de acontecimientos, junto a dibujos y viñetas apenas figurativos. El lector sólo puede dejarse guiar por intuiciones: se adivina un triángulo amoroso, una historia de amor y separación, y la necesidad de tomar distancia para comenzar de cero. Los tres personajes que protagonizan el relato comparten un pasado del que apenas percibimos ciertos retazo. Los diálogos fragmentarios y las escenas descontextualizadas se combinan con capítulos digresivos que complementan la trama principal desde un plano simbólico (como esos episodios que recurren a la metáfora clásica de los dos ríos que confluyen antes de desembocar). Las secuencias de imágenes abstractas (dibujadas en un estilo informalista que se despliega en diferentes grados de abstracción) funcionan en un nivel de complementariedad similar: el de la creación de imágenes sinestésicas que añadan matices emocionales a los personajes y ayuden a configurar esa subjetividad apenas esbozada que hemos mencionado.
No queremos decir con ello que La espiral carezca por completo de una "historia". Se trata de un ejemplo intermedio entre narratividad y cierta abstracción. El cómic combina globos y diálogos, en los que se desarrollan secuencias de acontecimientos, junto a dibujos y viñetas apenas figurativos. El lector sólo puede dejarse guiar por intuiciones: se adivina un triángulo amoroso, una historia de amor y separación, y la necesidad de tomar distancia para comenzar de cero. Los tres personajes que protagonizan el relato comparten un pasado del que apenas percibimos ciertos retazo. Los diálogos fragmentarios y las escenas descontextualizadas se combinan con capítulos digresivos que complementan la trama principal desde un plano simbólico (como esos episodios que recurren a la metáfora clásica de los dos ríos que confluyen antes de desembocar). Las secuencias de imágenes abstractas (dibujadas en un estilo informalista que se despliega en diferentes grados de abstracción) funcionan en un nivel de complementariedad similar: el de la creación de imágenes sinestésicas que añadan matices emocionales a los personajes y ayuden a configurar esa subjetividad apenas esbozada que hemos mencionado.
Así, la "narración" de La espiral se construye sobre todo en un plano emocional a través de los escenarios simbólicos que ayudan a entender a sus personajes y el desarrollo de una historia que sólo esboza intuiciones. El cómic de Aidan Koch hará las delicias de esos lectores que no temen adentrarse por los nuevos caminos del cómic y sus recorridos más experimentales, una de esas obras que más que leerse necesitan ser construidas en la cabeza del lector.
Les dejamos con dos entrevistas recientes que nos ayudarán a entender mejor la personalidad y la poética de Aidan Koch, una artista que se mueve con naturalidad entre las viñetas y las galerías de arte contemporáneo.
Les dejamos con dos entrevistas recientes que nos ayudarán a entender mejor la personalidad y la poética de Aidan Koch, una artista que se mueve con naturalidad entre las viñetas y las galerías de arte contemporáneo.