ANA GRANDAL: 3 relatos de MICROSEXO.



MELONES

Él poseía una maña asombrosa para los melones. Siempre escogía el más dulce, el más jugoso. Cuando llegaba del mercado, ella le rogaba que lo abriera y juntos aspiraban el voluptuoso aroma estival de la fruta. Él cortaba dos tajadas que comían como chiquillos, recreándose en los mordiscos plenos de sabor, chupando con deleite la fresca pulpa que derramaba un zumo espeso que les chorreaba por la barbilla e iban recogiendo con lametazos gustosos.

Más tarde, cuando él dormitaba la siesta en el sofá, ella entraba con sigilo en el dormitorio y se masturbaba frenéticamente, imaginando lo que sería que él venciera la repugnancia que le provocaba el sexo oral.


IMPÚBER

—Buenas noches, preciosa. ¿No habré despertado a la peque, verdad? Mira, que te llamo para decirte que la cena se va a alargar un poco, el jefe ha empezado con sus chistes y ya sabes cómo son estas cosas, si no me quedo a reírle las gracias luego me pone cara de perro en la oficina… No, no me esperes despierta.. Un beso para ti también.

Satisfecho con su excusa, vuelve a la mesa a continuar con la faena. Angelines, la de contabilidad, quiere rollo, no cabe ninguna duda. Ha pasado toda la noche lanzándole miraditas insinuantes y, en los postres, arrimó la silla y sus muslos con clara intención restregona. «A ver lo que me cuenta la de contabilidad», piensa, divertido.

Angelines se ríe y le habla cada vez más cerca, magreándole la pierna con la mano y rozándole el brazo con las tetas. Él se deja hacer, hasta que ella, casi abalanzada sobre él, le susurra al oído:

—Me voy al baño. ¿Te vienes?

Desde el parto, su mujer se ha mostrado esquiva y desganada; él no se lo reprocha, pero tampoco va a desaprovechar una ocasión así. Claro que las cuatro o cinco copas que lleva en el cuerpo también ayudan.

El de los tíos está vacío. Se empiezan a sobar con hambre. Él le mete la mano debajo de las bragas y sus dedos se topan con una superficie desnuda y blanda, sin un solo pelo, tan suave como el pubis de su peque cuando le unta cremita para que el pañal no le dañe la delicada piel. Ella jadea: 

—¿Te gusta? Me depilé ayer pensando en ti.

A él le da una arcada y vomita encima de Angelines.


FLUIDOS

Es su aniversario y, como cada año, reservan la suite Noche de bodas en el gran hotel. Se hacen llevar a la habitación una cena ligera, acompañada de una botella de cava; mientras, se llena la espaciosa bañera con forma de corazón, el sugestivo reclamo para los tortolitos que van a ocupar la pieza. Se sumergen en el agua jabonosa, dejando que la espuma acaricie levemente su piel. El líquido, caldeado a la temperatura adecuada, les arropa con una tibieza que va despertando sus sentidos, que poco a poco se inflaman y llevan sus jugos internos al punto de ebullición, una caldera hirviente entre las piernas. Se tocan, se abrazan y él la penetra allí mismo, mecidos por las aguas ardientes y humeantes, las únicas que pueden ya encenderlos.


Ana Grandal, de Microsexo

(Amargord Ediciones, 2019)


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