Helter Skelter, de Vincent Bugliosi con Curt Gentry


Creo que fue en los 70 cuando se publicó en España esta crónica, aunque con otro título, otra traducción y menos páginas. Por eso esta reedición con nueva traducción y numerosas imágenes, además de un entusiasta prólogo de Kiko Amat, era necesaria: muchos no conocíamos el libro, y se trata de una de las obras más vendidas del género denominado "true crime". La edición que acaba de publicar Contra es un lujo: unas 800 páginas en un volumen de tamaño grande, con una cubierta hipnótica, con un censo de personajes reales, con esas fotos que mencionaba antes…

Pero lo más fascinante es el contenido del libro porque su lectura resulta adictiva. Vincent Bugliosi (el autor, en colaboración con Curt Gentry) fue el fiscal del caso, así que era, probablemente, la persona que más documentos se tragó, y más entrevistas hizo y leyó (mientras cada acusado de los crímenes tenía un abogado, Bugliosi era el fiscal que representaba al Pueblo). Él fue el tipo que ganó el caso, logrando que el jurado emitiera el veredicto de culpabilidad en el juicio de Charles Manson y sus súbditos o acólitos. A través de esas 800 páginas conocemos los asesinatos en detalle, sabemos multitud de datos de los asesinos y los cómplices, las búsquedas de los móviles que actuaron de motor de los crímenes, las investigaciones pertinentes, los juicios que entonces fueron los más largos de la historia de Estados Unidos, las consecuencias de las condenas y las represalias de La Familia Manson.

Aunque cometieron muchos más asesinatos, y otros de los que no se sabrá nunca, se les juzgó por las muertes de Sharon Tate y sus amigos y de la familia LaBianca, al día siguiente de la primera masacre. Quizá quede por ahí alguien que no sepa que, entonces, Tate era la mujer del cineasta Roman Polanski, y que estaba embarazada de 8 meses cuando la mataron. Aquellas carnicerías, que incluyeron pintadas en los muebles y en las paredes con la sangre de las víctimas, se convirtieron en uno de los episodios más brutales y perturbadores de la historia del crimen en USA. Y Manson se transformó en el asesino más célebre, junto a Jack el Destripador. Uno de los aspectos más increíbles fue que él no acudió a la casa donde vivía Sharon Tate, siendo el conspirador que no se mancha las manos, y que sus deseos o sus órdenes fueron cumplidas por personas que rondaban los 20 años, con mayoría de mujeres, gente joven con la mente dominada por Manson, las drogas y el sexo sin límites y sin compromisos. 

Todo lo que cuentan en el libro, desde las horas previas hasta la masacre, desde las detenciones y la investigación, desde el juicio hasta la condena, es apasionante, sórdido y terrorífico. Aquí va un largo fragmento que resume bien el contenido de los crímenes:

El caso Manson fue y sigue siendo único. Si, como aseguró Sandra Good, la Familia ha cometido hasta hoy de treinta y cinco a cuarenta asesinatos, la cifra puede acercarse al record de Estados Unidos. No obstante, el número de víctimas no es lo intrigante del caso y lo que continúa fascinando, sino una serie de elementos que seguramente en conjunto no tienen parangón en los anales de la historia del crimen estadounidense: la relevancia de las víctimas, los meses de especulación, conjeturas y puro miedo antes de la identificación de los asesinos, el móvil tan sumamente extraño (prender la mecha del Armagedón de los negros contra los blancos), el nexo inspirador entre la letra de una canción del grupo de rock más famoso de todos los tiempos, los Beatles, y los crímenes y, detrás de todo ello, moviendo los hilos, un gurú mefistofélico con un poder único para convencer a otros de que mataran por él, sobre todo a chicas jóvenes que cogieron y asesinaron brutalmente a sus órdenes a completos desconocidos, con fruición y entusiasmo, y sin muestras aparentes de culpa o remordimiento. Todas estas cosas se conjugan para que Manson sea probablemente el asesino en serie más aterrador, y los asesinatos probablemente los más estrambóticos, de la historia de Estados Unidos.


[Contra Ediciones. Traducción de Gabriel Cereceda. Traducción del posfacio de David Paradela López]

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