Cerezas en el escondite, de Tomás Sánchez Santiago

 

 

En verdad, ¿qué puede importar la lectura, esa actividad de signo autista y excluyente, a una sociedad que apuesta en todos los órdenes por el ensordecimiento y la desorientación? Ya hace tiempo que uno se ha resignado a transformar mentalmente ese recado de aparente buena voluntad (“Es preciso leer”) por otro de estricto corte mercantil (“Hay que comprar libros”). Ese es el último objetivo oficial –digámoslo así– del ejercicio lector. Consumir libros antes de que el brochazo descomunal de la sobreabundancia editora los arroje, uno por uno, al limbo de lo invisible […]

Del artículo “La hora del lector”

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Y, sin embargo, a pesar de esa zozobra ontológica que provoca mirarnos (u oírnos) desde unas afueras a nosotros mismos, la obsesión por fotografiarlo todo es una de las marcas que definen nuestra época hasta el punto de que ya no importa tanto ver la propia realidad como encamisarla en el ejercicio compulsivo de fotografiarlo todo. Como en el chiste sobre japoneses: “¿Te gustó España?”. “No sé, aún no he revelado”.

Del artículo “El mucho mirar”

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No tengo yo suficiente competencia en el diabólico mundo de lo digital; más bien soy eso que se llama un usuario renuente, que se deja llevar –y siempre tarde; y siempre a regañadientes– por las novedades que llegan a alborotar justo cuando ya empiezo a dominar lo que hasta hace poco me parecía inaprensible; de modo que cuando voy a agarrar la zanahoria, vuelve a moverse el palo. Nos pasa a muchos, ya sé.

Del artículo “La lectura en estado líquido”

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Decía Jules Renard que la patria de cualquiera llegaba solo hasta donde se podía ir en un paseo de atardecer. Y nada más. Es esta poética de los alrededores lo que se está perdiendo, esa manera de mirar con atención obstinada, como si no acabásemos de comprenderlo, aquello que de tanto salirnos al paso cada vez ha perdido color: ha desaparecido. Esa es la gloria de lo cercano pero también su riesgo: su facultad de mimetizarse, de hacerse agua en el agua hasta licuarse del todo en el pasapurés de nuestra mirada. Frente a ello, habremos de oponer esa resistencia que empieza por creer en nuestros alrededores inmediatos, volverlos a inaugurar cada día sin la oscura gelatina de la costumbre, esa dama siniestra que borra el verdadero rostro de las cosas, como la definiría Montaigne.

Del artículo “Pequeñas tiendas de barrio”

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Es de suponer que una vida social presidida por la múltiple lectura icónica que rige nuestras relaciones debería contar hace ya mucho en la educación con presencia preferente. Y no bastaría una materia optativa de escaso fuselaje sino una signatura central en el currículo del alumnado, impartida por profesores capaces de tratar críticamente el mundo de la publicidad, la técnica y el alcance estético de los videoclips y, sobre todo, los valores cinematográficos. Que los adolescentes y los jóvenes de hoy no tengan apenas referencias cinematográficas, siendo como es el cine un género paralelo a la literatura, a la pintura o a la música, no debe achacarse a su desinterés o a su ignorancia juvenil, como suele hacerse habitualmente, sino a la falta de formación en ese ámbito.

Del artículo “Hora de irse”

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En esos coloquios suele haber tres tipos de intervenciones: las de los que pretenden que el autor sepa más de lo que debe, las de los que pretenden saber más que el autor y las de los que pretenden que se sepa en la sala que el autor no sabe tanto como a primera vista parece.

Del artículo “Lo cierto y lo posible”



[Eolas Ediciones]

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