El Desayuno de los Campeones, de Kurt Vonnegut



A mi entender, éste es uno de los mejores libros de Kurt Vonnegut, hoy difícil de conseguir en esta edición de Anagrama (igual que muchos de sus libros: excepto Matadero Cinco y los que editaron en Malpaso, es raro encontrar rastros de su obra, salvo si optamos por las ediciones argentinas que llegan aquí, de importación, gracias a La Bestia Equilátera). Es fascinante la libertad creativa que tenían autores como Vonnegut o Richard Brautigan para construir obras tan desquiciadas y tan divertidas y salir airosos del empeño.

El Desayuno de los Campeones, que fue adaptada por Alan Rudolph en una película que nunca me llamó la atención y, por tanto, no he visto, nos plantea un argumento metaliterario, con un autor, Philboyd Studge, que va componiendo un libro en el que comparecen personajes suyos de otras obras, así como restos de historias, y por supuesto un montón de dibujos, muchos de los cuales provocan la carcajada del lector. Como un maestro de marionetas, Vonnegut mueve a Studge, y Studge pone en el tablero de la ficción al escritor de ciencia ficción Kilgore Trout y al vendedor de coches Dwayne Hoover, dos personajes que se acabarán encontrando al final. Personajes a un paso de la locura, situaciones rocambolescas y un narrador que a veces se introduce en la escena que está creando/escribiendo:

Pero hubo una temporada en que estuve realmente enfermo. Estaba allí sentado en un bar de hotel que me había inventado, mirando fijamente a través de mis desagües [gafas de espejo] a una camarera blanca que también me había inventado.

El resultado, ya digo, es una auténtica fiesta, la enésima demostración del ingenio y del sarcasmo que se gastaba el autor de Madre Noche. Sería buen momento, ahora que reeditan a grandes como Philip K. Dick, que también reeditaran a Kurt Vonnegut, J. G. Ballard y Ray Bradbury, pues muchas de sus obras sólo se cazan, con mucha suerte, en librerías de saldo. Aquí van dos apuntes que me llamaron mucho la atención: 

Que otros se ocupen de ordenar el caos. Yo, en cambio, me ocuparía de introducir el caos en el orden, cosa que creo haber logrado.

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Es agotador tener que razonar en todo momento en un universo que no es razonable.


[Anagrama. Traducción de Cecilia Ceriani y Txaro Santoro]

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