La vieja sabiduría del libro de Eclesiastés dice que “no hay fin de hacer muchos libros”, a lo que habría que añadir, “ni tampoco de leerlos”. Escribir es una de esas actividades sisíficas que caracteriza al ser humano. No podemos dejar de contar, de contarnos y mucho menos de componer libros en los que volver a leer las mismas historias, leer lo que nos pasa mientras transitamos por esta vida. El “Predicador”, protagonista del libro, emprende su búsqueda de sentido y significado enfrentándose a uno de los problemas fundamentales del ser humano: la incertidumbre existencial. Seguir leyendo aquí.
Artículo publicado en Literofilia, 24 de septiembre de 2018.