Haneke por Haneke. Entrevistas con Michel Cieutat y Philippe Rouyer


Había leído pocas entrevistas con Michael Haneke, ya que no es muy dado a concederlas, y este extraordinario libro constituye una oportunidad para saber lo que piensa de sus trabajos, de sus propuestas radicales, de las imágenes con las que tanto nos ha perturbado, de sus filias y sus fobias. Dichas entrevistas incluyen su último (por el momento) filme, Happy End, que estrenaron hace poco y que aún no he tenido oportunidad de ver. Haneke me parece uno de los cineastas más rompedores e interesantes de las últimas décadas, si bien es cierto que a veces hay que reprocharle algunos excesos. Aquí nos ofrecen 400 páginas con declaraciones y numerosas fotografías de sus rodajes y de sus películas. A mí me ha parecido la bomba. Unos extractos:

Desde su primer telefilme utilizó el plano secuencia, al que recurrirá posteriormente a menudo en la gran pantalla.
Existen dos razones para hacer planos secuencia. En primer lugar, ayuda a los actores porque les da tiempo suficiente para desarrollar una emoción, un sentimiento. El juego del actor me parece primordial. Cuando ruedo con plano y contraplano, dejo a los actores empezar desde el principio, aunque la cámara no ruede hasta después. Tratándose de una escena emotiva, me parece tonto pedirle al actor que diga solo una frase. La segunda razón por la que se puede preferir un plano secuencia tiene que ver con la manipulación. El plano secuencia manipula menos porque no hace trampas con el tiempo, lo que permite hacer subir la tensión. El plano secuencia juega con la impaciencia del espectador para mantenerle en vilo.

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Antes ha dicho que en la segunda parte, los personajes masculinos no son maravillosos. Se nota, sobre todo en las escenas de comidas, cómo encuadra a las mujeres y cómo pone de relieve su soledad en el montaje. En este caso, todo depende de la puesta en escena.
Es algo instintivo. Sé que mi forma de filmar guiará al espectador hacia la simpatía o la antipatía que desprende el personaje. Cada plano implica un juicio en el desglose, pero no siempre es racional porque, lo reconozco, las mujeres me interesan más que los hombres. Incluso suelen decirme que soy un director de mujeres. Me interesan porque son más complejas que los hombres. Y también porque a menudo son víctimas. Y las víctimas siempre me han parecido más interesantes que los verdugos. Todo lo contrario de las convenciones del cine estadounidense, donde el protagonista debe ser el fuerte.

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La secuencia de la destrucción de los bienes domésticos contiene un plano provocador cuando el padre tira el dinero al váter…
Estaba convencido de que ofendería a la gente; incluso avisé al productor. Él pensaba que los planos de la agonía de los peces molestarían más –aprovecho para dejar claro que los salvamos a todos, excepto a uno–. Pero la primera proyección en Cannes me dio la razón: entre treinta y cuarenta personas salieron de la sala cuando se destruye el dinero. Era previsible porque sigue siendo uno de los últimos grandes tabúes, más que la agonía de los peces y la muerte de la niña. Se puede enseñar todo excepto eso. Es tan inadmisible como escupir en un crucifijo en la Edad Media.

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Pero en su película, Dios es usted. Pasa lo mismo en Caché (Escondido), ¡siempre tiene todas las respuestas!
Naturalmente. Pero algo más grande pasa a través de mí. Un libro, una película o un cuadro son la obra de su creador. Y si la obra es mala, no se debe a que su autor sea un idiota, sino a que tiene menos talento que otros para percibir lo que pasa a su alrededor en ese momento. El talento consiste en saber mirar y estar a la escucha del tiempo en el que se vive con el fin de articular la realidad a través del filtro de la sensibilidad de cada uno. La riqueza artística de una obra siempre dependerá más de la sensibilidad del autor que de su inteligencia.

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Caché (Escondido) es una película en torno a la mentira como medio de supervivencia.
Como ocurre muy a menudo en la vida. Cada uno guarda en secreto algunas cosas poco confesables del pasado e intenta olvidarlas lo antes posible.



[El Mono Libre Editorial. Traducción de Mathilde Grange] 

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