Lucía Baquedano: Cinco panes de cebada.
Ediciones SM.
Formó parte de mis lecturas de niñez allá en Pamplona, la ciudad donde entonces residía. Lo había escrito la madre de una compañera de clase de la que apenas me acuerdo. Sí recuerdo, en cambio, la biblioteca de aquel colegio, cómo entrábamos en fila una vez a la semana, las baldas desbordantes de libros.
Por alguna razón, mi hermana y yo perdimos todos nuestros libros infantiles: se extraviaron misteriosamente en un trastero. Será difícil recuperar la memoria completa de lo leído en esa época. Pero no creo que importe demasiado. La vida avanza despiadada y siempre sorprende.
Librería Re-Read, diciembre de 2017, Málaga. Busco una obra amable para mis estudiantes de literatura en español, renovar el programa con algo que los aleje de tanta muerte de progenitores ocurrida en los últimos meses. Bing. Bang. Baquedano. Cinco panes de cebada coronando una mesa. El elegido. Ejemplar reencontrado.
No sabía qué esperar de esta historia clasificada todavía como literatura juvenil. De las inquietudes de esa joven maestra (adaptación, soledad, desafíos…) en un pueblo perdido de Navarra. ¿Habrá caducado? ¿Se habrá vuelto cursi? ¿Simplona? ¿Resultará un rollo?
Temores infundidos. El relato, lleno de humor y sencillez, conserva su frescura, más profunda si cabe con el paso del tiempo. Amar lo que uno hace y descubrir qué se desea es pieza fundamental de cierta satisfacción vital. «Soy yo, con todas mis limitaciones, la que estoy aquí. Y estoy para algo».
Veo que esta microcrítica se convierte en un pretexto para hablar de otros temas. Mejor me detengo.
* A mis más viejas amigas, chicas de oro.