Os dejo mi primera reseña de 2018 que resulta ser mi último artículo escrito para Opulix.com (pinchad en el enlace si queréis leerlo directamente allí). Empezamos fuerte ¿preparados?
En 1934 en un gélido pueblo cerca de la Laponia sueca, nació un intelectual imprescindible, periodista, dramaturgo, guionista y novelista: Per Olov Enquist. Según el propio autor, que creció educado en el rigorismo religioso pietista, su madre, maestra de escuela, le influyó mucho, así como Marx. Dentro de los rasgos que caracterizan a Enquist como un escritor diferente resalta el hecho de que sea deportista, que destacó en salto de altura. Como cronista deportivo cubrió los Juegos Olímpicos de Munich, en los que se produjo la matanza de once deportistas israelíes a manos de Septiembre Negro, la organización terrorista árabe y también es un reconocido comentarista político en su país.
Escribió su primera novela en 1961 sin seguir la estela del Nouveau Roman, que comenzaba entonces y que considero un pestiño y se dedicó, dada su orientación periodística, a la recopilación de datos y testimonios realizando una construcción en sus obras, lo que no implica que desatienda la forma, todo lo contrario. Precisamente el desarrollo de una técnica depurada y experimental hace que sus obras sean complejas, analíticas e intelectuales. Destacan La partida de músicos, La visita del médico de cámara y La biblioteca del capitán Nemo, cuya escritura le salvó del alcoholismo, como reconoce en su autobiografía, Otra vida.
El ángel caído, la novela que hoy nos ocupa, traducida a 17 idiomas, tiene todos los ingredientes que hemos mencionado. Se trata de una novela profunda cuyo rigor a la hora de rastrear los datos verídicos del hombre que se convirtió en monstruo de feria y que une a otras dos historias paralelas. El procedimiento, tal y como se nos indica en la nota biográfica posterior, es el de una composición musical (preludio, cuatro canciones y una coda), que va enlazando las distintas historias y personajes, por lo que resulta algo compleja, pero no imposible. Sólo hay que adentrarse en los monstruos de nuestro interior y escarbar en el amor y el perdón. Llegué a esta novela de la mano del gran escritor Jesús Ferrero, quien realiza el prólogo a esta obra, que podría contestar dónde reside el horror, ya que los personajes se sitúan en ese límite del odio contra uno mismo, contra la propia existencia.
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