Los independentistas catalanes no han leído a Curzio Malaparte. En su justamente célebre La técnica del golpe de Estado, el toscano explicaba las claves para dar un golpe como dios manda: directrices claras, una minoría dispuesta a morir, acojonar a la mayoría para que permanezcan neutrales o al menos convencerles de que la cosa no va con ellos, y, sobre todo, ninguna piedad. Leyendo los documentos sobre los que basarán el futuro de la república catalana, llego a la conclusión de que al final todo se reduce a una minoría totalitaria que quiere gobernar sobre una mayoría obviando cualquier viso democrático. Estos señores lo hacen sabiendo que no los pueden fusilar -como hubiera sido podido ser el caso de una derrota bolchevique o el 18 Brumario-, y que las leyes españolas, estas sí democráticas, pueden ser duras pero no letales. Sin ese estado mental de César o Nada ningún golpe de estado puede llegar lejos. El intento de nulificar un orden jurídico por un nuevo orden ilegítimo -¿les suenan los nacionalsocialistas en el 33 con su Ley Habilitante Alemana, tan parecida a la de Transitoriedad?- ya no puede tratarse con eufemismos que no permiten identificar el problema y aplicar la receta adecuada. La democracia española es fuerte, cosa que estos señores no parecen entender, y que si hasta ahora ha habido permisividad con tanta insensatez y chapucería, en toda relación llega el momento de dar un golpe en la mesa. Constitución, Ley de Seguridad Nacional, Código Penal, Estados de Alarma, Excepción y Sitio… el Estado no ha de tener ningún reparo en dar ese golpe porque hay una democracia que proteger. El mismo Puigdemont confunde sentido con razón de Estado, tergiversa el significado del "mandato democrático", alude espuriamente a mayorías inexistentes, chalanea con las leyes a lo Carl Schmidtt, inventa agravios económicos, hace oídos sordos a la invitación de defender sus tesis en el Congreso de los Diputados, pretende "reeducar al pueblo", incautar los bienes estatales, amnistiar a "sus" delincuentes... El disparate nacional, lo titularía el gran Berlanga si pudiese hacer una película sobre los acontecimientos. En el parlamento europeo han sido claros: atacar la Constitución Española es atacar Europa. Blanco y en botella. Si los independentistas creen que van a desatar un levantamiento de los ciudadanos catalanes que saldrán a la calle con un pecho fuera para protegerlos de las inhabilitaciones, multas y cárcel que les van a caer encima, es que hace tiempo que están más pasados que el Sombrerero Loco.