Me acabo de leer una entrevista con el escritor Jonathan Shaw en la que dice: «Si un escritor no ofende a alguien con su trabajo, no está haciendo bien su trabajo».
Es algo que ya han dicho otros antes y con lo que estoy bastante de acuerdo y que podría extenderse más allá de la escritura a todo el arte en general.
Algunas de las acepciones de la palabra ofender son:
«Ir en contra de lo que se tiene comúnmente por bueno, correcto o agradable. Ofender el olfato, el buen gusto, el sentido común».
Esta está bien y puede dar pie a un tipo de arte divertido y desenfadado. Pero también puede ser una excusa para la escatología barata, la exageración y la ofensa porque sí. Es algo con lo que no estoy en desacuerdo para nada, he usado esos recursos y me sigue divirtiendo, aunque empiezo a considerarlo algo, digamos, un poco infantil. Algo en realidad ligero aunque se barnice de lo contrario.
Otra acepción que encontramos en el diccionario es:
«Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos».
Esta me mola mucho, y retrata el tipo de arte que me suele interesar. Lo he usado en Malos Tiempos y lo intento usar bastante en Los Cuadernos Negros. En este caso el objetivo a humillar y herir sería la sociedad en su conjunto, y por extensión la humanidad entera ya que estamos.
Mucha gente me dice que por qué escribo cosas tan duras y pesimistas, tan amargadas. A ver, yo también soy consciente de que la vida tiene sus momentos, experiencias gratificantes, gente con la que es agradable estar, el piar de los pájaros, las flores en primavera y toda esa mierda. Soy consciente y de hecho esas cosas son en las que me apoyo muchas veces y que han conseguido que hasta ahora no me haya colgado de una soga. Pero artísticamente no creo que sea necesario ahondar mucho en ellas, si acaso de manera muy puntual, muy de vez en cuando y con cautela, como contrapunto, igual a como nos lo brinda la vida.
Ahondar en todo lo sucio, patético y triste de nuestra condición humana en cambio puede crear un espejo en el que el receptor se mire y se de asco y quizás propulse algún cambio en su interior. Y hay mucho por hacer, mucho que cambiar aquí. Porque lo que hemos creado es un enorme estercolero y todos, sin excepción, tenemos gran parte de culpa. Puedes mirar o no, eso ya es cosa tuya.
Ese es el tipo de arte que me interesa, y lo que es más importante, el tipo de arte que considero útil. Lo demás son pasatiempos, divertimentos.
Carlos Salcedo Odklas