EL MILAGRO DE LA COMUNICACIÓN ENTRE BARCOS DISTANTES
Su secreto es la travesía nocturna.
Se orientan entre sí palpando oscuridades,
trenzando brumas.
¿Su destino?
Su trayecto,
esta navegación profunda,
esta hora exacta.
SON LOS QUE ROMPEN el cristal,
los perseguidos,
acechando en la sangre común
los ríos de una luna bruta,
los que desentierran los labios ocultos para hablar.
Son los supervivientes, los niños salvajes,
los hermanos de la primavera y el dolor.
Son los que pasan delante del tirador de dardos.
Son los que rompen el cristal,
los acogidos al insomnio,
al arco y a la flecha; los idiotas,
los buscadores sin más brújula
que su amor de nadie,
que su amor de escarcha,
que su amor.
Su casa es la casa derrumbada
y cien veces construida.
Su casa no tiene techo
y es la tuya y la mía también.
Sus ojos están venciendo siempre
la tumba del frío.
Fingen morir,
pero no mueren.
Son los que desentierran los labios ocultos para hablar.
NUNCA FUIMOS héroes.
No seremos héroes.
Hijos de perdedores
con la derrota en las venas.
Soldados sin gloria
en territorio enemigo,
lamiéndonos las mismas heridas,
aplicando los mismos remedios.
Niños que tiran piedras
a los trenes.
Ballenas arponeadas
dispuestas a resistir.
CUANDO NACIMOS
ya habían traducido el mundo
en un lenguaje equivocado.
Las cifras estaban destinadas.
Las fórmulas tenían veneno.
Tuvimos que aprender
a respirar debajo del agua
y seguimos esperando
que la piel del tiempo
no nos vuelva locos.
No queremos ser tratantes.
No queremos ser esclavos.
Continuamos una senda de sangre.
No olvidamos de qué está hecho el camino,
no olvidamos.
QUÉ MAL aprendimos
aprendimos a golpes
nunca aprendimos
la lección.
LA VIDA, A VECES, es una casa
donde las chimeneas hablan el idioma de los pájaros.
Un bar en el que tú pones la música.
Sucede, por ejemplo,
cuando sacamos la cabeza de debajo del agua,
cuando los amantes se parecen a la tormenta.
La vida es la taberna
donde se enfrentan los que se buscan.
A veces
se encuentran.
MIENTRAS HAYA LUZ
y párpados capaces de distinguirla,
mientras haya luz,
celebraremos la piel del oso
mientras lo estamos cazando,
agarraremos la sartén
por el fuego,
orinaremos en la metralla.
Porque somos optimistas
como el corazón del asno,
porque somos los destructores
de la máquina de contar muertos.
Y si no hubiera luz,
si no la hubiera,
buscaríamos un faro
en la tormenta,
haríamos un fuego,
construiríamos la luz.
David Eloy Rodríguez