David Lipsky:
Los escritores suelen tener dos grandes temas que van rumiando sin parar, una lista de reproducción bastante escueta. Sus trayectorias, sus achaques.
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David Lipsky:
Los libros son un sustituto social; leemos a gente con quienes, en ciertas circunstancias, nos gustaría alternar. Después vienen los capítulos, las páginas, las novelas, los artículos. Hasta cuando se trata de un escritor que se cierne a los hechos, entran ganas de estar con él para enterarte mejor de esos hechos, del mismo modo en que uno se sienta junto al empollón de la clase para copiar de su examen. El lado escritor de David –más pronunciado en sus ensayos– era el mejor amigo que cabía tener, pues se quedaba con todo, susurraba chistes, te paseaba por los detalles irritantes o tediosos o atroces con un estilo humano.
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David Foster Wallace:
Cuanta más publicidad recibo como persona, más me daña como escritor. Pero digo sí a esto para poder decir con la conciencia tranquila que no a otro par de cosas que son muchísimo más tóxicas. Y eso es lo que yo saco de esto. Y cuando acabemos, no creo que vaya a haber muchas más ocasiones así.
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DL: Entonces si tu satisfacción se derivase de hablar de tu trabajo, de actuar como un escritor, en vez del hecho de escribir, paradójicamente producirías menos.
DFW: Sí. Esa es muy buena. Y no hay nada más grotesco que quienes van por ahí en plan, "Soy escritor, soy escritor, soy escritor". Ahí va una buena frase. No me importa aparecer en Rolling Stone, pero no quiero aparecer en Rolling Stone como alguien que quiere salir en Rolling Stone.
Es el rollo posmo de siempre, esa clase de cosa. Así que mi preocupación es que en realidad no soy tan íntegro. Porque lo que de veras me preocupa es dar la impresión de ser la clase de persona que aparecería en ese tipo de fiestas. Y la diferencia entre eso y más o menos ser la persona que no quiere tal cosa no me queda clara.
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DFW: Y creo, creo que hay un motivo de que gran parte de las cosas vanguardistas sean rechazadas: en mi opinión muchas se lo merecen. Lo mismo pasa con gran parte de la poesía. Que está escrita para otros que escriben poesía, y no para quienes leen.
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DFW: Y la razón de que me enfade ante la porquería que resulta la mayor parte de este tipo de narrativa, y de cómo ignora al lector, es que en mi opinión es muy, muy, muy valiosa. Porque es la que se ocupa de qué se siente al estar vivo. En lugar de ser un desahogo de lo que se siente al estar vivo.
[Profunda inspiración tipo eructo inverso.]
No sé tú: para mí mi vida y mi yo no se parecen en nada a ningún personaje de desarrollo unificado en una narrativa lineal. A lo mejor estoy mentalmente enfermo y tú no. Pero, en mi opinión, observamos las cosas como en los vídeos de la MTV o los anuncios de moda, con cada vez más planos relámpago, o usamos metáforas informáticas que únicamente serían metáforas útiles si la capacidad de seleccionar y desarrollar diagramas de árbol tuviese un eco en la existencia de la gente. Me parece que mucha gente se siente así. No abrumados por la cantidad de cosas que han de hacer. Sino abrumados por el número de alternativas que tienen, y por el número de cosas distintas que les llegan. Y el número de pequeños… en tanto que forman parte de numerosos sistemas, el número de pequeños tirones que se les da desde una serie de sistemas y direcciones diferentes. Que eso sea cualitativamente distinto a como era la vida para, digamos, nuestros padres o nuestros abuelos, no estoy seguro. Pero estoy por creer que sí. Al menos en algunos casos, en lo que respecta a cómo se experimenta en las terminaciones nerviosas.
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DFW: Una de las cosas de ser escritor es que eres capaz de dar la impresión –tanto en las líneas como entre líneas– de saber una enormidad. De que sabes y has vivido en contacto íntimo con todo lo que escribes. Porque quieres que tus cosas tengan esa clase de efecto sobre las terminaciones nerviosas. Y en eso… eso es algo que se me da bastante bien. Creo poder parecer, creo poder dar la impresión de saber una barbaridad sobre temas de los que en realidad la mayor parte de todo lo que sé está justo ahí. Hablo de un tipo de investigación muy dirigida y táctica.
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DFW: […] creo que se da un fenómeno curioso: si escribes de cosas íntimas y extrañas, gente extraña tiende a sentir intimidad contigo. ¿Sabes? O hay gente que dice, y me cansé mucho de oírlo, "Me gustó mucho, mucho, mucho, mucho". Algo que sienta bien durante nanosegundos. Pero luego no sabes qué decir aparte de, "Gracias". O sea, me daba cuenta de que ellos esperaban que yo dijese otra cosa. Que me dejase llevar por el ritmo de la intimidad que ellos sentían. Y por supuesto tal cosa no se daba. Y eso, eso era triste y perturbador. Y, no sé…
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DL: Háblame del tema de la bandana del que conversábamos ayer.
DFW: Empecé a llevar bandanas en Tucson porque allí hace cuarenta grados continuamente. Cuando hace mucho calor, transpiro tanto que las gotas caen en la página. En realidad, empecé a llevarlas ese año, y luego se convirtió en una gran ayuda en el 87 en Yaddo, porque las gotas caían en la máquina de escribir, y me preocupaba la posibilidad de electrocutarme.
Y luego descubrí que me sentía mejor con ellas puestas. Y luego salí una temporada con una mujer que era, en realidad era una musulmana sufí, pero sabía cantidad de… era como una mujer de los sesenta, y sabía de un montón de cosas distintas. Y me dijo que había varios chakras, y uno de los grandes era lo que denominó el orificio caño, en la misma coronilla. [Señala dónde está, el espiráculo del delfín y la ballena.] Y que en muchas culturas se consideraba mejor llevar la cabeza cubierta. Y entonces comencé a pensar en la expresión "írsele a uno la cabeza", ¿sabes?
O sea, no la llevo siempre. Me la pongo –la considero una manta de seguridad– cuando estoy nervioso. O cuando me parece que he de estar preparado, o mantenerme entero, tiendo a ponérmela. Me da… anoche nos reímos, pero me dan escalofríos de pensar que la gente la vea como una afectación o un distintivo o algo. Es más una mera rareza, el reconocimiento de una debilidad, la mera preocupación de que la cabeza me vaya a estallar.
[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]