Versos de ocasión, de Eduardo Margaretto y Eva Mascarell


las manos siempre en los bolsillos


abrí la puerta en hora oscura, cuando la llave cierra todos
los secretos

las ideas decadentes que llegan de muy lejos la ceniza de
mis recuerdos

sábanas baratas que guardo en un cajón las sombras de mi
alma.

conocemos los dos las palabras que a otros dijimos que
otras dijeron,

ya no son nada, ya no es nada entre nosotros, y para no
delatarnos para

no mirar nunca más a nadie estamos muriendo nosotros
también,

ni más ni menos como ellos.

tus amores fríos, mi risa triste, la paz que jamás
encontraremos bajo el cielo

que cae a plomo sobre unas olas de mármol que se
pierden en el confín

de la distancia, la nuestra, una distancia que se despega
cuando empieza a llover

y me preguntas si aún guardo aquella foto en la que te cogía de la mano.


y cuando te dije que sí, con voz entrecortada como hoja de
un almendro,

tú me dijiste es todo lo que tienes de mí… es todo lo que
tendrás de mí,

y aunque en la radio sonaba Rimmel como inquebrantable
amigo del desastre

me refugié en la feria de un ayer oxidado que se había
quedado sin reloj


en mi memoria llevo tu imagen sin arrugas el rumor de un
juramento

palabras que se mueren de noche cuando te desatas los
zapatos

la rabia y la poesía perdida en el camino que me devuelve
a una mañana

que me robaron cuando nací solo como otros nacen
llorando. y no hablamos

porque ya sabemos cómo se arrastra la vida para custodiar
los recuerdos

porque tú no te has quedado no te has ido ya no me
hablas no sonríes


y yo, en la puerta, con las manos siempre en los bolsillos.


**

elegía ante el cadáver de mi novia (I)
a Olga R. Roig

que la deje me dicen
que va a morir
que me vaya
que no puedo hacer nada


fiebre alta neumonía galopante repentinos ataques de
ceguera

se ha quedado sin linfocitos grita la mujer de blanco
morfina suero

no funcionan los inhibidores de no sé qué coño de
enzimas

donde había dudas y ciertas esperanzas aparecen de
improviso

ruinas escombros equilibrios hechos trizas emociones
devoradas


que salga me dicen
después


después
al final del pasillo del clínico
la veo en una silla de ruedas
al fondo
es la muerte que ha llegado


ciega, la cabeza ladeada las tetas
como colgajos de leche cuajada
y yo mirando alucinado
ahí estaba ya la muerte
¿Por qué la hizo esperar tanto?


[Associació Mar de Fora]


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