de una lenidad
que puritana,
me desuella el hambre,
inseminando mi vientre
con apofonías vacuas.
Deshabito la indubitable simetría
de esta magnánima hemostasia
que meliflua,
entibia mi fermentación;
mi escaldadura apresada.
Me desnudo de antropófagas clavijas
que defenestran a la ondina,
que de mi belfo diagonal se alimenta;
y me despojo, absuelta,
de analgesias luctuosas,
de aleves indolencias.
Salaz en mi carpanta,
palmoteo, titánica,
mi incuria cerril,
mesiánica,
ciclópea;
mi ardimiento lúbrico,
por un lenguaje inexpugnable.
Ainhoa Martínez Retenaga